Con motivo de la sesión de control al Gobierno, Pablo Bustunduy (UP) salió en defensa
de los jóvenes emigrantes españoles, pidiendo que no se vean librados a su
suerte. Puesto a responderle, el
nuevo ministro de Exteriores acabó retratado para los restos.
Alfonso Dastis vino a
decirnos que Bustunduy pretende pintarnos un cuadro apocalíptico donde no lo
hay… ¿Qué de malo puede haber en
que nuestros jóvenes emigren? A juicio del nuevo ministro, los que se van lo
hacen por iniciativa propia, de puro emprendedores, y nada malo hay en buscarse
la vida por ahí, a juzgar por las ventajas: el emigrante ganará en amplitud de
miras, se enriquecerá (por dentro, supongo), mejorando sus “aptitudes
sociales”…
Tuvo
Dastis un pequeño lapsus, al señalar como ganancia la “adaptación a un mundo
mejor”, una auténtica confesión por partida doble, como si confundiese lo
extranjero con lo mejor, como si declarase su completo desconocimiento de las
condiciones reales del indefenso
joven sometido a explotación laboral en un país que no es el suyo.
Aunque yo tuviese en el oído los similares pronunciamientos
de Fátima Báñez y de José Ignacio Wert, dicho así, con ese aire de buena
educación, me sonó como de nuevas. Hasta me dieron náuseas. ¿Y este era nuestro
representante permanente ante la Unión Europea? ¡Santo Cielo!
¿Qué le pasa a este hombre? ¿Está fuera de la realidad? ¿Estamos ante el
extraño caso de un diplomático que ha vivido en las nubes y que desde ellas
pretende regir nada menos que el ministerio de Exteriores? Podría ser. ¿Un hombre
de pocas luces, tal vez? Aunque muy viajado, no parece dotado de las habilidades
sociales que requiere el ejercicio de la diplomacia… ¡Qué raro! ¿No
se le pasó por la cabeza respetar la sensibilidad de los españoles que están
sufriendo? ¿Ninguna vocecilla interior le previno acerca del daño que sus
palabras iban a causar a la de por sí perjudicada imagen de su partido? ¿Ninguna le previno de que
iban a sentar muy mal?
No
conozco personalmente a Dastis, no tengo idea de cómo es en realidad, pero ya
contemplo otra posibilidad: la de que no sea tan buena persona como aparenta. Parece
muy difícil, por no decir imposible, tomar a la ligera el sufrimiento de
nuestra juventud, a menos que se tenga un trasfondo psicopático.
Ojalá Dastis
esté en la luna, ojalá que no sea un individuo esencialmente perverso. En todo
caso, confieso que algo me dice que no es extraño que precisamente él sea el
nuevo ministro de Exteriores. El poder establecido necesita empleados de esta
hechura para ocultar sus vergüenzas con series enteras de sofismas, gentes
capaces de decirlas así, con llaneza y hasta paternalmente.