Mostrando entradas con la etiqueta Vista Alegre II. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Vista Alegre II. Mostrar todas las entradas

viernes, 10 de febrero de 2017

IGLESIAS VS. ERREJÓN

   Este enfrentamiento me parece inoportuno y patético. Al parecer, la cosa va de personalismos y camarillas, de una simple lucha por el poder que no guarda relación alguna con el espíritu del 15-M.
   Que los contendientes pidan perdón al estupefacto espectador mientras silban las flechas es lo único novedoso; lo demás es archiconocido.  Se constata que las tendencias cainitas de la izquierda, que tan enorme daño le  han causado desde el siglo XIX, que tantas veces la han dejado a los pies de su poderoso adversario,  no han sido desactivadas. Está visto que  las vanguardias, estupendas en los dominios del arte, propenden a la demencia en los dominios de la política y más cuando se dejan guiar por maestros de otros tiempos y lugares.
    Este enfrentamiento entre moderados (errejonistas) y radicales (pablistas) me causa una profunda desazón. En primer lugar, no sé si son reales o presuntos… En segundo, como en Podemos hay gentes radicales y gentes moderadas, preveo un desenlace traumático.
   Ya veremos qué sale de Vista Alegre, pero doy por seguro que el partido perderá fuelle tanto si decide ir oficialmente de moderado como de radical. Por la pérdida de entusiasmo de los derrotados, pero también por el sometimiento al guión que se derive de la Asamblea, ya sea el de la moderación o el del radicalismo.
     La moderación, relacionada con la conciencia de los propios límites, es una virtud, pero no siempre... Y lo mismo ocurre con el radicalismo, que puede ser tanto no virtuoso como virtuoso, según las circunstancias y la materia de que se trate.
     Ir de radical en plan continuado es tanto como abonarse a un desastre; ir de moderado eterno, es un pasaporte a la acomodación. Y conste que el poder establecido sabe, porque es de manual, que un Podemos moderado será una presa tan fácil como un Podemos radical.
   En mi humilde opinión,  lo ideal sería que Podemos se las arreglase para conservar ambos registros, única manera de que protegerse contra formas de degradación que se siguen de renunciar a uno de ellos. ¿En qué asuntos es menester ser moderado o radical?  Apélese al buen juicio, al sentido de la oportunidad y a la mismísima moral, porque no hay otra en el complejo mundo en que vivimos.
     Hay un momento para ceder, otro para dar un puñetazo sobre la mesa; si importante es el trabajo reglado en las instituciones, también lo es manifestarse en la calle bajo ciertas circunstancias. Y por otra parte, no creo que Podemos pueda postergar por más tiempos su definición política. Lo de moderados contra radicales se ha convertido en una forma de dar largas al asunto. En estos momentos, yo ya sé que Ciudadanos ha renunciado a la etiqueta socialdemócrata, y mucho le agradecería a Podemos que me diga, con no menor claridad, de qué va y de qué no. 

lunes, 19 de diciembre de 2016

VISTALEGRE II: UNA PREGUNTA PARA PODEMOS

     Me intriga la indefinición política de Podemos, que podría ser fruto de una estrategia atrápalo-todo, de una reunión de elementos incompatibles o de una empanada mental. Ojalá las cosas se aclaren en Vistalegre II, pero tengo mis dudas.
    Pablo Iglesias ha dado bandazos muy significativos. Atacó duramente a la izquierda de toda la vida, símbolos incluidos; luego se declaró, al parecer consecuentemente, socialdemócrata, para entenderse después, en espectacular giro, con esa izquierda de filiación comunista a la que acababa de insultar de pésimos modos. 
     Esos giros dieron motivo a protestas internas, lo que acredita la presencia de corrientes diversas (lo que no es malo de por sí salvo en casos de crasa incompatibilidad, en los cuales, dicho sea de paso, la unión solo se mantiene con un líder carismático y un aparato asfixiante).
   Hace unos días, he creído entender que Iglesias se ha arrepentido de aquel ataque y que también lamenta haberse declarado socialdemócrata,  esto no se sabe si por creer que le sentó  mal al cuerpo electoral o para mejor entenderse con el sector Anticapitalista y con Alberto Garzón… ¿En qué quedamos?
    ¿Qué diablos es Pablo Iglesias en realidad? Según una encuesta del CIS, las buenas gentes ya se han hecho una idea del líder de Podemos. Ni socialista ni socialdemócrata lo ven; lo ven comunista. La indefinición, por lo tanto, les huele a cuerno quemado y temen que vuelva el lobo. Como Iglesias saluda con el puño cerrado (un gesto no menos evocador que el saludo a la romana), se puede considerar definido en el imaginario colectivo, justa o injustamente.
    Parece obligado aclarar las cosas y poner los puntos sobre las íes, pero no. Los portavoces de Podemos no se dan por aludidos: no sin osadía posmoderna, se declaran ni de izquierdas ni de derechas (a creerles, se encuentran más allá de la correspondiente dialéctica, ya instalados en la “transversalidad”,  extrañamente ajenos a la lucha de clases). El problema es que la pesada etiqueta de comunistas, con sus negras connotaciones, ya les ha caído encima.
    Los comunistas tienen su espacio, nadie se rasga las vestiduras por su presencia. Lo que pone en guardia es la sospecha de que se intenta dar gato por liebre. Cuanto más oscuros sean los términos teóricos de Podemos, peor, más desconfianza generará, más paranoia. Los del establishment se frotan las manos: presentarse como los garantes de las libertades va a ser juego de niños. ¡Que vienen los comunistas! ¡Fidel Castro! ¡Corea del Norte!
   Por lo visto, algunos elementos pensantes de Podemos, altamente cualificados, andan a la espera de que sobrevenga el advenimiento de un “sujeto histórico” nacional y popular capaz de llevarse por delante todos los obstáculos, y en primer lugar el llamado régimen del 78. Sueñan estos elementos con un nuevo comienzo, como si las milongas sobre el fin de la historia hubieran cortocircuitado sus saberes marxistas.
    Al parecer, son los mismos que se imaginan más allá de la dialéctica izquierda/derecha, que se sienten autorizados a designar significantes vacíos y consecuentemente a llenarlos o sustituirlos; los mismos que dan por hecho que la gramsciana “batalla las ideas” se puede ganar a fuerza de una jerigonza solo apta para iniciados. De paso, dejan traslucir una voluntad de hegemonía que librada del peso de lo real haría saltar por los aires cualquier sistema democrático, monárquico o republicano. Y los del establishmentSusana Díaz incluida– lo disfrutan, seguros de que el personal, por miedo, por alergia o por mero sentido común, correrá a refugiarse detrás de sus pantalones.
   Uno se pregunta a santo de qué tanta confusión. ¿Acaso no ha habido millones de españoles capaces de asumir lisa y llanamente una posición de izquierdas y de votar en consecuencia, triunfantemente además, capaces de asumir con suma naturalidad una posición socialista más o menos firme? Otra cosa es que Felipe González les haya salido rana, que hayan sido timados... Allí están todavía esos votantes, probablemente perplejos ante esta formación nueva que no atina a decirnos con claridad si es de izquierda o no y que, para colmo, podría pedirles que salten a ojos cerrados de la posición socialdemócrata a una posición comunista.
    Las personas justamente indignadas por el curso de los acontecimientos necesitan representantes que se atengan a los imperativos prácticos de la justicia social, no que les coman el coco con cosas raras y propósitos desmesurados. Vistalegre II no debe resolver únicamente los problemas propios de una organización. Debe poner en limpio el ideario básico de Podemos. No se le puede pedir a la gente que le apoye o le vote a ciegas como al principio.
   Por mi parte, necesito saber urgentemente si Podemos tiene  un  registro liberal. Si carece de él, quiero saberlo ya. Me explico: yo no me he dejado robar la parte buena e imprescindible del liberalismo por los manoseos y ruindades de los llamados neoliberales (solo interesados en el laissez-faire económico, ciegos a todo lo demás, que solo les interesa como disfraz).
    Si Podemos se ha dejado mangar la parte noble y progresista del liberalismo, quiero saberlo. No me conformo con una declaración de democratismo  (hay formas de democracia incompatibles con el liberalismo). Y  por favor, no me vengan con la broma de que el neoliberalismo ha vaciado de sentido el término liberalismo como supuestamente ha vaciado al término socialdemocracia, pues en mi cabeza ambos términos siguen llenos de sentido hasta los topes, como  los términos comunista y anarquista. Una cosa es introducir matices, actualizar, y otra distinta hacerse de nuevas.
     Yo me arrogo toda la libertad que me otorga el liberalismo, como me someto al límite que este mismo me impone, a saber, el respeto por el prójimo (eso que el neoliberalismo tiene por norma pisotear, acreditando con ello la nulidad de su supuesto liberalismo). Y además, soy liberal porque no pudiendo estar seguro de poseer la verdad,  habituado a las dosis de escepticismo que forman parte de la herencia liberal,  me siento en la obligación de buscarla, para lo que necesito la ayuda e incluso la oposición de mis semejantes. (Y conste que no se debe confundir esa búsqueda de la verdad con el regodeo en eso que ahora se llama posverdad, regodeo que puede ser tanto banal como criminal).
    Es mucho lo que está en juego. Recuérdese que el liberalismo, aunque tenga las manos sucias como el que más,  es lo opuesto al absolutismo, su único antídoto conocido. Es muy  fácil que recaer en el absolutismo y de paso en la intolerancia si se prescinde de él.
    Pienso que sobre una base liberal debidamente depurada y actualizada se pueden reconsiderar constructivamente muchos temas capitales que durante décadas estuvieron fuera del alcance de la izquierda de formación marxista-leninista. Para ella, un marxismo liberal fue imposible, tan imposible como un anticapitalismo liberal, pero ya es hora de reconsiderar estas cosas, e incluso corre prisa, no vaya a ser que la izquierda deje la libertad en manos de los enemigos de la humanidad (¡como si no fuese precisamente su razón de ser!). Como  ya lo hizo en el pasado al precio de romperse y de volverse sórdida y antihumana hasta extremos indescriptibles allí donde se hizo con el poder, ojo a la repetición.  Que la historia pueda repetirse, y no precisamente como farsa, es algo que debería quitarnos el sueño. Se entenderá, por lo tanto, mi necesidad de salir de dudas en lo que se refiere al núcleo filosófico de Podemos.