Me intriga la indefinición
política de Podemos, que podría ser fruto de una estrategia atrápalo-todo, de una
reunión de elementos incompatibles o de una empanada mental. Ojalá las cosas se
aclaren en Vistalegre II, pero tengo mis dudas.
Pablo Iglesias ha dado bandazos muy significativos. Atacó duramente a la
izquierda de toda la vida, símbolos incluidos; luego se declaró, al parecer
consecuentemente, socialdemócrata, para entenderse después, en espectacular
giro, con esa izquierda de filiación comunista a la que acababa de insultar de
pésimos modos.
Esos giros dieron motivo a protestas internas, lo que acredita
la presencia de corrientes diversas (lo que no es malo de por sí salvo en casos
de crasa incompatibilidad, en los cuales, dicho sea de paso, la unión solo se
mantiene con un líder carismático y un aparato asfixiante).
Hace
unos días, he creído entender que Iglesias se ha arrepentido de aquel ataque y
que también lamenta haberse declarado socialdemócrata, esto no se sabe si por creer que le sentó mal al cuerpo electoral o para mejor entenderse con el sector
Anticapitalista y con Alberto Garzón… ¿En qué quedamos?
¿Qué
diablos es Pablo Iglesias en realidad? Según una encuesta del CIS, las buenas
gentes ya se han hecho una idea del líder de Podemos. Ni socialista ni
socialdemócrata lo ven; lo ven comunista. La indefinición, por lo tanto, les huele
a cuerno quemado y temen que vuelva el lobo. Como Iglesias saluda con el puño
cerrado (un gesto no menos evocador que el saludo a la romana), se puede
considerar definido en el imaginario colectivo, justa o injustamente.
Parece obligado aclarar las cosas y
poner los puntos sobre las íes, pero no. Los portavoces de Podemos no se dan
por aludidos: no sin osadía posmoderna, se declaran ni de izquierdas ni de
derechas (a creerles, se encuentran más allá de la correspondiente dialéctica, ya
instalados en la “transversalidad”,
extrañamente ajenos a la lucha de clases). El problema es que la pesada etiqueta
de comunistas, con sus negras connotaciones, ya les ha caído encima.
Los comunistas tienen su espacio,
nadie se rasga las vestiduras por su presencia. Lo que pone en guardia es la
sospecha de que se intenta dar gato por liebre. Cuanto más oscuros sean los términos
teóricos de Podemos, peor, más desconfianza generará, más paranoia. Los del
establishment se frotan las manos: presentarse como los garantes de las
libertades va a ser juego de niños. ¡Que vienen los comunistas! ¡Fidel Castro!
¡Corea del Norte!
Por lo
visto, algunos elementos pensantes de Podemos, altamente cualificados, andan a
la espera de que sobrevenga el advenimiento de un “sujeto histórico” nacional y
popular capaz de llevarse por delante todos los obstáculos, y en primer lugar
el llamado régimen del 78. Sueñan estos elementos con un nuevo comienzo, como
si las milongas sobre el fin de la historia hubieran cortocircuitado sus
saberes marxistas.
Al
parecer, son los mismos que se imaginan más allá de la dialéctica
izquierda/derecha, que se sienten autorizados a designar significantes vacíos y
consecuentemente a llenarlos o sustituirlos; los mismos que dan por hecho que
la gramsciana “batalla las ideas” se puede ganar a fuerza de una jerigonza solo
apta para iniciados. De paso, dejan traslucir una voluntad de hegemonía que
librada del peso de lo real haría saltar por los aires cualquier sistema
democrático, monárquico o republicano. Y los del establishment –Susana Díaz
incluida– lo disfrutan, seguros de que el personal, por miedo, por
alergia o por mero sentido común, correrá a refugiarse detrás de sus pantalones.
Uno se
pregunta a santo de qué tanta confusión. ¿Acaso no ha habido millones de
españoles capaces de asumir lisa y llanamente una posición de izquierdas y de
votar en consecuencia, triunfantemente además, capaces de asumir con suma naturalidad una posición
socialista más o menos firme? Otra cosa es que Felipe González les haya salido
rana, que hayan sido timados... Allí están todavía esos votantes, probablemente
perplejos ante esta formación nueva que no atina a decirnos con claridad si es
de izquierda o no y que, para colmo, podría pedirles que salten a ojos cerrados
de la posición socialdemócrata a una posición comunista.
Las
personas justamente indignadas por el curso de los acontecimientos necesitan
representantes que se atengan a los imperativos prácticos de la justicia
social, no que les coman el coco con cosas raras y propósitos desmesurados.
Vistalegre II no debe resolver únicamente los problemas propios de una
organización. Debe poner en limpio el ideario básico de Podemos. No se le puede
pedir a la gente que le apoye o le vote a ciegas como al principio.
Por mi
parte, necesito saber urgentemente si Podemos tiene un registro liberal.
Si carece de él, quiero saberlo ya. Me explico: yo no me he dejado robar la
parte buena e imprescindible del liberalismo por los manoseos y ruindades de
los llamados neoliberales (solo interesados en el laissez-faire económico,
ciegos a todo lo demás, que solo les interesa como disfraz).
Si
Podemos se ha dejado mangar la parte noble y progresista del liberalismo,
quiero saberlo. No me conformo con una declaración de democratismo (hay formas de democracia incompatibles
con el liberalismo). Y por favor,
no me vengan con la broma de que el neoliberalismo ha vaciado de sentido el
término liberalismo como supuestamente ha vaciado al término socialdemocracia,
pues en mi cabeza ambos términos siguen llenos de sentido hasta los topes, como
los términos comunista y
anarquista. Una cosa es introducir matices, actualizar, y otra distinta hacerse
de nuevas.
Yo me arrogo toda la libertad que me otorga el liberalismo, como me
someto al límite que este mismo me impone, a saber, el respeto por el prójimo
(eso que el neoliberalismo tiene por norma pisotear, acreditando con ello la
nulidad de su supuesto liberalismo). Y además, soy liberal porque no pudiendo
estar seguro de poseer la verdad, habituado
a las dosis de escepticismo que forman parte de la herencia liberal, me siento en la obligación de buscarla,
para lo que necesito la ayuda e incluso la oposición de mis semejantes. (Y
conste que no se debe confundir esa búsqueda de la verdad con el regodeo en eso
que ahora se llama posverdad, regodeo que puede ser tanto banal como criminal).
Es mucho lo que está en juego. Recuérdese
que el liberalismo, aunque tenga las manos sucias como el que más, es lo opuesto al absolutismo, su único
antídoto conocido. Es muy fácil
que recaer en el absolutismo y de paso en la intolerancia si se prescinde de
él.
Pienso que sobre una base liberal debidamente depurada y
actualizada se pueden reconsiderar constructivamente muchos temas capitales que
durante décadas estuvieron fuera del alcance de la izquierda de formación
marxista-leninista. Para ella, un marxismo liberal fue imposible, tan imposible
como un anticapitalismo liberal, pero ya es hora de reconsiderar estas cosas, e
incluso corre prisa, no vaya a ser que la izquierda deje la libertad en manos de
los enemigos de la humanidad (¡como si no fuese precisamente su razón de ser!).
Como ya lo hizo en el pasado al
precio de romperse y de volverse sórdida y antihumana hasta extremos
indescriptibles allí donde se hizo con el poder, ojo a la repetición. Que la historia pueda repetirse, y no
precisamente como farsa, es algo que debería quitarnos el sueño. Se entenderá,
por lo tanto, mi necesidad de salir de dudas en lo que se refiere al núcleo filosófico
de Podemos.
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