El reparto de espacios surgido de la Transición se ha visto sometido a
una modificación que no entraba en los planes de sus arquitectos.
En el centro-izquierda, tras un corrimiento hacia la derecha, encontramos,
más o menos inmóvil, al PSOE, pero del otro lado es inútil buscar: el
centro-derecha ha sufrido un corrimiento espectacular hacia estribor. Así se
explica que en ciertos medios se hable de “izquierda radical” en referencia al
PSOE, un efecto óptico debido al distanciamiento con respecto a la posición
inicial.
Como el PP sigue reputándose de centro-derecha parece que todos sigue
igual, pero no, pues ya ha sucumbido a la atracción del modelo
neoliberal-neoconservador, situado a unos mil kilómetros de lo que en España se
considera “de centro”.
El elitismo, el servicio a los
intereses oligárquicos y confesionales, todo esto viene en el lote de esta
derecha, ya incompatible con los usos y costumbres que nos habíamos dado. De
ahí que sus propios votantes hayan caído en la estupefacción, y me refiero a
los de derechas de toda la vida y a los propiamente centristas.
Y en estas estamos cuando unos disidentes del PP dan vida a VOX, que
también se declara de centro-derecha... Más neoliberalismo-neoconservador, esto
es lo que aporta VOX. Apuesta por una reducción-recentralización del Estado, en
la línea neoliberal, cosa que, a su parecer, Rajoy debería haber hecho ya sin
atender a ninguna consideración por las víctimas, y por la bajada de impuestos
que viene en el catecismo de la secta.
Como los de VOX son tan
antiabortistas como Gallardón, como son tan neoliberales y tan neoconservadores
como los del PP, no tienen ni la menor posibilidad de atraerse a los
desconcertados votantes del centro, lo que no quiere decir que no sean capaces
de gravitar sobre el partido que acaban de abandonar y que acaso pretenden
copar de aquí a poco. Para ellos, y esto lo dice todo, Rajoy es un
socialdemócrata encubierto, otro error de perspectiva, motivado en este caso
porque él preside el gobierno y no puede actuar como ellos quisieran, como el
caballo de Atila, como si el catecismo del profesor Schwartz se pudiera aplicar
a rajatable sin que este país saltase por los aires.
Ya se ve qué consecuencias ha tenido para nuestro sistema de partidos la
ingenua caída del PP en los brazos del neoliberalismo-neoconservadurismo. Lo
que de él sale, viene con la misma marca. Esto es lo que siempre sucede cuando
se cae en las garras de un catecismo de tres al cuarto. Al final, las cabezas
supuestamente pensantes acaban teniendo que ser clasificadas en función de su
fanatismo o, en su defecto, de su hipocresía.
Particularmente ilustrativo y penoso es lo sucedido en relación a los
nacionalismos periféricos. Se diría que el PP da muestras de haberse intoxicado
con sus propios rollos sobre la complicidad de Zapatero con la mismísima ETA.
De modo y manera que, al tener que cumplir Rajoy el dictamen del tribunal
europeo, sus propias huestes se le han echado encima. Quien siembra vientos
cosecha tempestades.
Estamos asistiendo a una
nueva puesta en escena del nacionalismo español, en respuesta a los
nacionalismos periféricos, en un lenguaje que agravará a estos, y que dará
lugar a un fenómeno odioso: una patriótica defensa de España, pero sólo de
puertas para adentro, en relación a esos nacionalismo periféricos, y no frente
a los tiburones exteriores que la tienen acosada. Y podría suceder que los
tremendos problemas de este país acaben todos ellos sepultados bajo la retórica
y los hechos de la confrontación doméstica, para gran deleite de dichos
tiburones y de sus asociados locales.