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miércoles, 19 de junio de 2019

TRAS LAS ELECCIONES AUTONÓMICAS, MUNICIPALES Y EUROPEAS

   Impacientes por saber a qué atenernos, ya estamos cansados de imaginar pactos. El resultado de las elecciones generales se ha complicado con este nuevo paso por las urnas, y a saber en qué acaba todo esto. Pero ya hay algunas cosas claras, al menos para mí.
    En primer lugar, creo que el sistema, tomado en su conjunto, se ha deslizado varios grados hacia la derecha. El PSOE ha renacido de sus cenizas, pero no ha conseguido alzarse con una victoria comparable a las de antaño. Además, no ha tenido que hacer gran cosa para sacar brillo a su lema “somos la izquierda”. Le ha bastado con hacer gala de moderación, de buen rollo, del famoso talante. La situación le favorecía: Unidas Podemos iba en caída libre y la derecha de toda la vida reaparecía a cara descubierta causando reacciones alérgicas masivas. 
    Sociológicamente hablando, el país se encuentra donde siempre, algo vencido hacia el centro izquierda, pero los aspirantes a representarlo, si exceptuamos al PSOE, no parecen haberlo tenido en cuenta. Ciudadanos ha preferido girar hacia la derecha, para competir con el PP y ponerse en situación de recabar apoyos de Vox. Todo un espectáculo. 
    Ciudadanos se ha presentado como una cosa y funciona como otra… sin dar ninguna explicación. El sueño de un partido de centro derecha digno de tal nombre, sin pesadas rémoras, se ha ido al diablo. El Partido Popular, por su parte, después de volcarse descaradamente hacia la derecha, ha vuelto a declararse de centro. Las alianzas pondrán a unos y otros en su sitio. 
    Yo entiendo que el sistema se ha desplazado hacia la derecha porque siendo Ciudadanos, el Partido Popular y Vox peones de brega del neoliberalismo, no tienen en el PSOE un aguerrido oponente, sino, salvo que se me demuestre lo contrario, un cómplice vergonzante. Ni qué decir tiene que Unidas Podemos habría podido ser ese oponente que falta, pero no lo será, por la sencilla razón de que se ha desangrado por el camino. De modo que la cabalgada nihilista de los señores neoliberales va a continuar con mejores o peores modales. 
    Los socialistas se han visto duramente acosados por la derecha, que no se ha privado de ninguna indecencia, pero no desde las alturas del poder, y esto por la sencilla razón de que no interesa engordar el demonio de los populismos nacionalistoides, lo que nos ha valido una tregua, un espacio para el teatro político. Ya vendrán las vueltas de tuerca, según el guión preestablecido. Los indefensos, seguimos indefensos. Ya estamos bajo la amenaza de nuevos recortes (15.000 millones), y habría que ser muy ingenuo para creer que el PSOE “en colaboración” con Unidas Podemos represente una protección digna de tal nombre.

lunes, 3 de febrero de 2014

EL CENTRO-DERECHA, UN ESPACIO POLÍTICO ABANDONADO



     El reparto de espacios surgido de la Transición se ha visto sometido a una modificación que no entraba en los planes de sus arquitectos.
     En el centro-izquierda, tras un corrimiento hacia la derecha, encontramos, más o menos inmóvil, al PSOE, pero del otro lado es inútil buscar: el centro-derecha ha sufrido un corrimiento espectacular hacia estribor. Así se explica que en ciertos medios se hable de “izquierda radical” en referencia al PSOE, un efecto óptico debido al distanciamiento con respecto a la posición inicial.
     Como el PP sigue reputándose de centro-derecha parece que todos sigue igual, pero no, pues ya ha sucumbido a la atracción del modelo neoliberal-neoconservador, situado a unos mil kilómetros de lo que en España se considera “de centro”.
      El elitismo, el servicio a los intereses oligárquicos y confesionales, todo esto viene en el lote de esta derecha, ya incompatible con los usos y costumbres que nos habíamos dado. De ahí que sus propios votantes hayan caído en la estupefacción, y me refiero a los de derechas de toda la vida y a los propiamente centristas.
     Y en estas estamos cuando unos disidentes del PP dan vida a VOX, que también se declara de centro-derecha... Más neoliberalismo-neoconservador, esto es lo que aporta VOX. Apuesta por una reducción-recentralización del Estado, en la línea neoliberal, cosa que, a su parecer, Rajoy debería haber hecho ya sin atender a ninguna consideración por las víctimas, y por la bajada de impuestos que viene en el catecismo de la secta.
     Como los de VOX  son tan antiabortistas como Gallardón, como son tan neoliberales y tan neoconservadores como los del PP, no tienen ni la menor posibilidad de atraerse a los desconcertados votantes del centro, lo que no quiere decir que no sean capaces de gravitar sobre el partido que acaban de abandonar y que acaso pretenden copar de aquí a poco. Para ellos, y esto lo dice todo, Rajoy es un socialdemócrata encubierto, otro error de perspectiva, motivado en este caso porque él preside el gobierno y no puede actuar como ellos quisieran, como el caballo de Atila, como si el catecismo del profesor Schwartz se pudiera aplicar a rajatable sin que este país saltase por los aires.
     Ya se ve qué consecuencias ha tenido para nuestro sistema de partidos la ingenua caída del PP en los brazos del neoliberalismo-neoconservadurismo. Lo que de él sale, viene con la misma marca. Esto es lo que siempre sucede cuando se cae en las garras de un catecismo de tres al cuarto. Al final, las cabezas supuestamente pensantes acaban teniendo que ser clasificadas en función de su fanatismo o, en su defecto, de su hipocresía.
     Particularmente ilustrativo y penoso es lo sucedido en relación a los nacionalismos periféricos. Se diría que el PP da muestras de haberse intoxicado con sus propios rollos sobre la complicidad de Zapatero con la mismísima ETA. De modo y manera que, al tener que cumplir Rajoy el dictamen del tribunal europeo, sus propias huestes se le han echado encima. Quien siembra vientos cosecha tempestades.
     Estamos asistiendo a una nueva puesta en escena del nacionalismo español, en respuesta a los nacionalismos periféricos, en un lenguaje que agravará a estos, y que dará lugar a un fenómeno odioso: una patriótica defensa de España, pero sólo de puertas para adentro, en relación a esos nacionalismo periféricos, y no frente a los tiburones exteriores que la tienen acosada. Y podría suceder que los tremendos problemas de este país acaben todos ellos sepultados bajo la retórica y los hechos de la confrontación doméstica, para gran deleite de dichos tiburones y de sus asociados locales.