Cuando la crisis dio comienzo,
fuimos avisados: como no era cuestión de abandonar el euro, el único modo de no
reventar en el sitio era que aceptásemos una rebaja espectacular del precio de personas y de
cosas.
Y
de rebajas continuamos, metódicamente, lo que complace a las más altas
instancias planetarias y locales,
pues ya entra dinero, y toda clase de buitres se interesan por nuestros
despojos, alzándose con los primeros beneficios de la carnicería. El gobierno
se muestra especialmente satisfecho y nos da las gracias por los sacrificios
realizados, como si hubieran sido los últimos.
Está
claro el modus operandi. Lo que para algunos no está claro es hasta dónde vamos
a llegar por este camino. El deseo de volver a la normalidad es muy fuerte,
comprensiblemente. El problema es que la Bestia neoliberal no piensa como
usted, buen amigo. Si por ella fuese, se comería a la gallina de los huevos de oro de una sola sentada. Si no lo ha hecho ya es porque tiene un cerebro de parásito,
que le aconseja proceder por etapas, un poquito por acá, otro por allá. Lo que
menos quiere un parásito es que se le muera la víctima. Cuanto más le dure, mejor. No por otro
motivo el drama sucede tan ceremoniosamente, con los imprescindibles formalismos
democráticos. Al final sólo quedará la osamenta, una estampa africana.
Cuando
los españoles valgamos un poquito menos que los chinos, habremos llegado al
grado ideal de abaratamiento. Pero ya no seremos nosotros. Ya no pediremos
justicia, sino piedad.
¿Pero
es que una cosa así es posible en España, en Europa? Por cierto que sí. La
misma Bestia que se nutre con nuestra sangre y la de nuestros hijos, que
negocia con la de nuestros nietos y bisnietos, es la que nos ha hablado de
“guerras humanitarias”, la misma que ha bombardeado ciudades enteras so
pretexto de capturar a un solo hombre, la misma que está expoliando el planeta
y hambreando a millones de seres humanos. La misma. Su respeto por el ser
humano es nulo, y si pretende convencernos de que lo tiene en alta estima,
miente. Por eso es inútil pedirle que retire el maldito alambre de cuchillas.
Hace
no mucho tiempo, las gentes bienpensantes de Europa no se sentían para nada
identificadas con los fugitivos del drama africano, con los espaldas mojadas
mexicanos, ni con las ratas de río en general, y hasta disfrutaban comprando
cosas salidas de talleres esclavistas. Pero ahora se disipa el espejismo. Resulta que el alambre de
cuchillas está un poquito más allá, por este camino. Más pronto o más tarde nos
daremos de bruces con él.
A ver si
nos enteramos de una vez de que la Bestia neoliberal no hace distinciones, de
que es capaz de dejar morir a millones de personas con la misma frialdad
burocrática de los nazis. ¿Por qué
tendríamos que ser nosotros una excepción? “El pez grande se debe zampar al más
chico”. El principio también inspiraba a Hitler. La filosofía de fondo es la
misma, como la aspiración al dominio total del planeta, como la demencia. Por eso no me canso de repetir que o la
Bestia neoliberal o nosotros.