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lunes, 27 de abril de 2015

MÁS ALLÁ DE LA CONFUSIÓN

   Tras el arranque andaluz, enfilamos hacia nuevas citas electorales y la confusión va en aumento. Nadie quiere mostrar sus cartas para no espantar a los famosos votantes del centro, todo se personaliza, se excitan las filias y las fobias, se huye de los temas serios y se amañan hasta las sumas y las restas.
    La confusión es, sin embargo, más aparente que real. Tenemos, por un lado, a los partidos que desean poner límites y hacer retroceder a la Bestia neoliberal-neoconservadora  y por el otro a quienes sueñan con engordarla ilimitadamente a nuestra costa y a la de nuestros hijos y nietos.
     No hay ni puede haber un punto de convergencia entre ambos proyectos, por eso ya dije alguna vez que, de hecho, el centro político ha desaparecido.  No digo que no haya gente que se sienta en ese espacio, en una posición muy de clase media, convencida de que ahí reside el equilibrio y el buen sentido. El problema es que esa gente se encuentra en una especie de tierra de nadie. Quienes aspiran a representarla no se encuentran allí, sino a la derecha o a la izquierda, como los hechos no tardarán en acreditar.
    La clase media, engañada y traicionada por sus presuntos representantes, ya ha sido destruida en Estados Unidos y en otros países caídos en las garras del neoliberalismo. Ahora ocurre en Europa. Lo sufrimos en nuestras propias carnes, una experiencia que esa buena gente “del centro” no es capaz de admitir ni cuando la pisotean.
   Tarde o temprano la confrontación  entre neoliberales-neoconservadores y sus oponentes irrumpirá brutalmente y pondrá a todos en su sitio. Sucederá tras las próximas elecciones municipales y autonómicas, antes o después de las generales, quizá más tarde,  porque todo depende de cómo vayan las cosas aquí y en el mundo. Sí, llegará el momento, lo presiento, en que no habrá el menor margen para la simulación.
    Si ganan los partidarios de la Bestia, más de lo mismo: seguirán llevándonos a empujones y por etapas al siglo XIX, entregados a un designio oligárquico que no hay democracia que resista. Si ganan sus oponentes, toparán de frente con el establishment  mundial y con una agrupación de las fuerzas sobrevivientes que tan fielmente le sirven. Si por miedo decidieran no hacer nada y marear la perdiz, dejarán a las víctimas sin la representación que les prometieron,  o sea, rotas o airadas, lo que también sería funesto para nuestro sistema democrático.
    Ahora bien, a  juzgar por las encuestas en este país todavía no se ha llegado al punto en que una abrumadora mayoría experimente el ferviente deseo de dejar atrás lo malo conocido en busca de lo bueno e incierto por conocer. Es un dato a tener en cuenta.
     ¿Hace falta más sufrimiento para que se llegue a ese punto crítico?  Tal parece, como parece que hace falta más dolor para que los adversarios de la Bestia dejen de hacer el tonto, incapaces de dar vida a un frente amplio a la altura de los desafíos que nos van a salir al paso indefectiblemente, como parte del embolado global.  
     Sería de desear que  los representantes de la izquierda no perdieran el tiempo con cominerías, personalismos  y desmesuras, pues les ha caído encima la responsabilidad de impedir que nuestro país pierda el tren de la historia. Sería muy triste que España reaccionase tarde y mal y encima sola y desunida contra dicha Bestia, como ahora le pasa a Grecia. Sería como para tirarse de los pelos, pues en estos mismos momentos la Bestia está  enferma de muerte, como consecuencia de su criminal locura. Como no será que ya ha despuntado una hornada de economistas que han dejado de reírle las gracias. Thomas Piketti no está solo, señal  inequívoca de que los tiempos están cambiando, aunque no tan rápido como algunos desearíamos.
     A mi entender al menos, el tren de la historia ha llegado a un punto en que el neoliberalismo-neoconservadurismo ya se ha exhibido ante grandes masas humanas y ante un significativo número de cabezas pensantes como lo que es: una salvajada sin porvenir, mortal para la gente y para la salud de la tierra, un constructo ideológico impresentable  y falaz, surgido de la matriz de una oligarquía local y transnacional tan ciega como egoísta y cutre. Como ya no puede prometer a la gente prosperidad alguna, al neoliberalismo solo le queda mentir y abusar de su indecente instrumental propagandístico y represivo. Hemos llegado al punto de que hay que ser muy necio o muy malvado para sostener esa ideología es la mejor, la última, la incontestable. La Gran Crisis Política nos espera, pues, a la vuelta de la esquina.