Un buen amigo, socialista de toda la vida, me ha expresado la creencia
de que el PSOE ha sido derrotado por culpa de la incomprensión de la izquierda
y, desde luego, por la crisis, siéndome imposible arrancar de él la menor
autocrítica. Defiende a Rubalcaba y da pruebas de confiar en las posibilidades
de Carme Chacón, al tiempo que descalifica fríamente a los indignados.
Nunca le
vi tan perdido y vulnerable, y eso que ha tenido que pasar por no pocos trances
amargos, como muchos votantes del PSOE.
Está claro que, mientras el PP aglutina a todo lo que se mueve desde el
centro derecha a la derecha extrema, no ocurre lo mismo del lado contrario. Da la impresión de que el “bipartidismo
imperfecto” se encuentra en crisis, quizá entrado ya en una fase terminal más o
menos larga, se modifique o no la ley electoral.
Lleva cierta razón mi amigo socialista cuando dice que Zapatero hizo las
reformas a regañadientes, y que si las demoró es porque le repugnaban, pero eso no implica que el votante de la izquierda, ya aguzados sus cinco sentidos
por la crisis, le vaya a celebrar
los resultados, aunque se le diga que podríamos estar peor de no haber cedido
él al chantaje de los mercados. Ya dije que esta crisis es sumamente dañina
para la democracia. Al PSOE le ha tocado pagar los platos rotos, y ya veremos
como sale librado el PP. Pero hay más cosas que decir.
Era prácticamente imposible que
Rubalcaba, el hombre fuerte del gobierno socialista, pudiera salir airoso de la
prueba electoral, pues estaba tan quemado como el propio Zapatero, de cuya
gestión no tuvo a bien distanciarse ni un milímetro. En realidad, no ha habido incomprensión
de la izquierda. Lo que ha habido es un espejismo, por el cual el PSOE se ha
sentido en la izquierda, sin advertir su obvia traslación hacia la derecha,
para colmo vergonzante. Mucha gente ha sido testigo de esa traslación, y no
precisamente la más despistada.
El
trágala de la modificación constitucional no ha sido un asunto menor, como
tampoco la forma en que nos vimos involucrados en los sucesos de Libia, como la
forma en que hemos acabado integrados en el famoso escudo antimisiles. Entiendo
que mi amigo socialista vea con simpatía
a Carme Chacón, pero no debería olvidar que precisamente ella ha andado
en estos arreglos, como también en el “manejo” de lo de Afganistán, teniendo en
todo ello un papel muy semejante al que ha cumplido Elena Salgado, de modales
no menos exquisitos.
Se
me ocurre que a estas alturas el PSOE se ha habituado a la práctica de la acomodación, algo que le viene de lejos,
de cuando era de temer algún coletazo de la dictadura. Y se me ocurre que, de aquí en
adelante, tal y como están las cosas, no le va a ser suficiente con seguir en
las mismas. Los que hablan de
renovar el partido harían bien no creer ni por un momento que los indignados
son estúpidos y ellos los únicos listos.