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miércoles, 1 de junio de 2011

SIN NOTICIAS NI DE AQUÍ NI DE ALLÁ


    No deja de ser asombroso el grado de ignorancia en que nos vemos sumidos en la “era de la información”.  Cuando uno cree estar, por fin, enterándose de algo, zas, pierde el hilo,ya se trate de Ruby Rompecorazones o de Bin Laden. En lo tocante a Fukushima, por ejemplo, heme aquí tan ignorante como lo estuve en los tiempos de Chernobil.  Los periódicos no dicen gran cosa, Internet tampoco. Contemplo, eso sí, un conejo blanco sin orejas, más bien torpe él, y se me da ocasión de reflexionar ante el hecho de que doscientos jubilados se hayan ofrecido para actuar como liquidadores. Me siento rodeado de brumas soviéticas.
     ¿Sabe alguien cómo van las cosas en Irak? ¿Y en Afganistán? ¿Se fueron ya de Bahrein las tropas de Arabia Saudita? ¡Ni idea!  ¿Qué está pasando en Túnez? ¡Vaya usted a saber!  ¿Lleva trazas la junta militar egipcia de dar satisfacción a las demandas de democratización expresadas en la plaza de Tahir?  ¿Qué está pasando realmente en Siria? ¿Dispara el presidente Al Asad contra su pueblo porque se ha vuelto loco o porque le disparan?  ¿Y cuál es la situación en Libia? ¿Son los rebeldes más demócratas que Gadafi?  
    Tengo la odiosa sensación de estar siendo engañado, distraído con juegos trileros, con  una sucesión de sofismas. Más allá de las “noticias”, es posible entrever realidades oscurísimas.
    En el caso de Fukushima, lo de siempre: minimización de lo sucedido, dosificación de los datos, revelación neurótica de pequeñeces, encubrimiento de las chapuzas y silencio, mucho silencio, hasta por parte de la dignísima OMS.
   También lo de Libia tiene mal aspecto. La intención humanitaria, como era de prever, ha desembocado en otra cosa muy distinta, en la que España está implicada en grado para mí desconocido. Hasta bombas de racimo están cayendo allí, y proyectiles de uranio enriquecido también. En medio del apagón informativo, se perciben vibraciones siniestras, intereses geoestratégicos y petroleros, lo que promete enormes e injustificados sufrimientos. 

jueves, 17 de marzo de 2011

FUKISHIMA, ÚLTIMO AVISO


    Estamos con el alma en vilo, asistiendo a la  lucha por limitar el accidente nuclear, hasta ahora llamado “incidente”.
    Con tristeza, confieso que mi atención propende a desviarse del dolor de las víctimas del terremoto y del tsunami, de la catástrofe natural al accidente causado por la arrogancia de quienes han creado el monstruo de Fukushima. 
   Todas las seguridades que nos han dado han acabado en nada, como era de temer. Y ahora, como en Chernobil, el destino de muchos depende de la abnegación de los “liquidadores”, metidos en una lucha titánica con medios asombrosamente primitivos.     
    ¿Cómo acabará esta pesadilla? No lo sabemos. ¿Cuántas mentiras tendremos que soportar? Muchas, a juzgar por la experiencia. ¿Cuántas víctimas directas e indirectas causará esta catástrofe que la humanidad se ha ganado a pulso? Que nunca serán contadas una por una, eso ya lo sabemos. Quisiera pensar que Fukushima es el último aviso. Porque no hacen falta más.