No deja de ser asombroso el grado de ignorancia en que nos vemos sumidos
en la “era de la información”.
Cuando uno cree estar, por fin, enterándose de algo, zas, pierde el
hilo,ya se trate de Ruby Rompecorazones o de Bin Laden. En lo tocante a Fukushima, por ejemplo, heme aquí tan ignorante como lo
estuve en los tiempos de Chernobil.
Los periódicos no dicen gran cosa, Internet tampoco. Contemplo, eso sí, un
conejo blanco sin orejas, más bien torpe él, y se me da ocasión de reflexionar
ante el hecho de que doscientos jubilados se hayan ofrecido para actuar como
liquidadores. Me siento rodeado de brumas soviéticas.
¿Sabe alguien cómo van las cosas en
Irak? ¿Y en Afganistán? ¿Se fueron ya de Bahrein las tropas de Arabia Saudita?
¡Ni idea! ¿Qué está pasando en
Túnez? ¡Vaya usted a saber! ¿Lleva
trazas la junta militar egipcia de dar satisfacción a las demandas de
democratización expresadas en la plaza de Tahir? ¿Qué está pasando realmente
en Siria? ¿Dispara el presidente Al Asad contra su pueblo porque se ha vuelto
loco o porque le disparan? ¿Y cuál
es la situación en Libia? ¿Son los rebeldes más demócratas que Gadafi?
Tengo la odiosa sensación de estar siendo engañado, distraído con juegos
trileros, con una sucesión de
sofismas. Más allá de las “noticias”, es posible entrever realidades
oscurísimas.
En el caso de Fukushima, lo de siempre: minimización de lo sucedido, dosificación de los datos, revelación neurótica de pequeñeces, encubrimiento de las chapuzas y silencio, mucho silencio, hasta por parte de la dignísima OMS.
En el caso de Fukushima, lo de siempre: minimización de lo sucedido, dosificación de los datos, revelación neurótica de pequeñeces, encubrimiento de las chapuzas y silencio, mucho silencio, hasta por parte de la dignísima OMS.
También
lo de Libia tiene mal aspecto. La intención humanitaria, como era de prever, ha
desembocado en otra cosa muy distinta, en la que España está implicada en grado
para mí desconocido. Hasta bombas de racimo están cayendo allí, y proyectiles
de uranio enriquecido también. En medio
del apagón informativo, se perciben vibraciones siniestras, intereses
geoestratégicos y petroleros, lo que promete enormes e injustificados sufrimientos.