Resulta que Madrid, una ciudad con fama de limpia desde los años
cincuenta, sorprende a propios y extraños, amaneciendo cada mañana con más
basura en sus calles. Se trata de un caso de lo más instructivo.
En estricta aplicación del catecismo
neoliberal, se procedió –sin consultar a la población– a privatizar la gestión
de la limpieza y cuidado de las calles y los parques, según el dogma de fe de
que sería estupendo para el servicio (“más barato y mejor”). Y naturalmente, los
beneficiarios fueron varios gigantes del ladrillo (OHL, FCC, SACYR), grandes
emprendedores, felices de hacerse con tan formidable mercado cautivo, felices
de que se les diera la oportunidad de hacerse pagar por el contribuyente. Y es que
la jibarización del Estado de Servicios tiene ese encanto añadido. El Estado no
desaparece, pero se convierte en una empresa de servicios para cualquier pez
gordo que se precie.
Luego, en aplicación del mismo catecismo, van los empresarios agraciados y acometen contra sus empleados,
decididos a echar gente, a bajar los salarios, a prolongar las jornadas de
trabajo y otras sevicias propias del capitalismo salvaje.
Los
empresarios no negocian con sus empleados: con modos de proxeneta, se los
llevan por delante, esto con el beneplácito del gobierno y de los hombres de
negro. Después de mucho pensárselo, los trabajadores van a la huelga, y las
calles y los parques se llenan de basura. Si ceden se verán reducidos a la
indigencia.
La
primera reacción de la alcaldesa fue declarar que este no es un asunto del
Ayuntamiento, sino de las empresas adjudicatarias con sus trabajadores, un asunto privado. Una respuesta de
manualito neoliberal, pues de lo
que se trata es de lavarse las manos, de dejar hacer al mercado y, sobre todo,
de no tomar partido por la parte más débil ni por los ciudadanos en su
conjunto.
La
basura que se acumula en las calles de Madrid nos pone ante el egoísmo
galopante de los empleadores, ante la burricie del modelo neoliberal; en suma, nos
ilustra sobre lo que cabe esperar de él.
La
basura se ve a primera vista, y además se huele, a diferencia de lo que
ocurre, por ejemplo, en el campo
de la sanidad o de la educación. La basura nos pone ante las maravillas del modelo neoliberal,
y ello con más elocuencia que tales o cuales libros o artículos.
Y no me parece casual que la
gente, en lugar censurar a los huelguistas, se vuelva contra el Ayuntamiento,
convertido en simple pararrayos de empresarios de otra galaxia. La gente apoya
a los trabajadores, se identifica con ellos, se solidariza con ellos. Al
menos, es lo que hago yo, que también los admiro, por su defensa de los derechos
de todos los trabajadores, pensando en el esfuerzo sobrehumano que están haciendo
para no ceder al chantaje empresarial y gubernamental. No sería mala idea salir
“de paseo” todos por estas calles, en señal de apoyo.