Los maestros madrileños, víctimas de un atropello, han tenido que ir
a la huelga al comienzo del curso. El atropello mismo es muy expresivo de la época que nos toca
vivir. Como demostración de la mezquindad y la cortedad de miras
del poder, no tiene desperdicio, e ilustra a la perfección cómo se puede aprovechar una crisis para hacer lo que a uno le viene en gana.
Se da a entender que la enseñanza
pública es demasiado cara, que los maestros hacen el vago, que el sistema está
sobredimensionado, y a continuación los recortes. Alguna lamentación oficial: parece que no podemos permitirnos
gastar tanto en educación en estos tiempos, de modo habrá tramos de estudio que
los chicos tendrán que pagarse de su bolsillo.
En
primer lugar, antes de los recortes, la educación pública ya estaba medio
asfixiada, por lo que se piden sacrificios a quien ya no estaba para alegrías.
En segundo lugar, se olvida que en el pasado, en situaciones de mayor
estrechez, se hizo lo posible y también lo imposible para contar con un sistema
de educación pública, a lo que debemos haber salido del pozo en que nos encontrábamos.
Lo
que está sucediendo sólo se entiende si se tiene en cuenta que los doctrinarios
neoliberales se la han tenido jurada a la enseñanza pública desde el principio.
Son antiilustrados y elitistas, ansían en el monopolio de la enseñanza, pues no
ignoran que la educación es un instrumento de poder, y les atrae la idea de
hacer de ella un gran negocio particular. No hay otro misterio. Estúdiense las
declaraciones y los lapsus de Esperanza Aguirre y el documento sobre educación presentado por Joan Rossel, el
presidente de la CEOE, para salir
de dudas. Y encima, hay que tener en cuenta que por el mismo calvario ya han
tenido que pasar los maestros norteamericanos y latinoamericanos.Esta es
una historia con muchos capítulos tristes, todos iguales.