Lo que
está pasando me produce un sentimiento de consternación.
Los dirigentes de la operación independentista han tomado la iniciativa, saltándose la Constitución, por lo que
veo venir una respuesta contundente, de última hora, por parte del Estado
español.
Que
este Estado sea lento de reflejos no quiere decir que sea débil. Puede ser
tolerante en muchas cosas, pero de seguro que en otras no lo es en absoluto. Póngase
en riesgo “la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible de
todos los españoles”, y actuará, con mayor o menor miramiento, a tiempo o a destiempo.
Uno se pregunta qué hacen los de
Izquierda Republicana de Cataluña y los de la CUP del brazo de los herederos de
CIU. ¿Cómo pueden anteponer el valor terruño al valor justicia social? ¿Acaso
no tienen conciencia del daño que le están haciendo a la izquierda de este país?
¿Cómo
osan echarle la culpa a España de los males sociales que sufre Cataluña,
desviando nuestra atención de los mercaderes que están labrando la perdición de
todos? ¿Cómo se atreven a prometer un futuro alegre y próspero por el simple
procedimiento de desconectarse? ¿Cómo se atreven a meter a este país en su
follón particular, debilitándolo ante los retos del presente y del futuro
inmediato? ¿Acaso no son conscientes de esos retos?
¿Acaso
no se percatan que su proceder deja malherida la causa de la República para
varias décadas?
¿Acaso
ignoran que su demencial conducta refuerza la posición del gobierno del Partido
Popular?
Metidos en su rollo, les importa un bledo que su proceder excite las
fibras más insanas del nacionalismo español, sin ningún provecho para nadie.
Resulta que este nacionalismo, que ya se está desperezando, se lanzará contra
ellos, dándole la espalda a los ataques contra la soberanía procedentes instancias
económicas superiores y ajenas…
Ni
se dude que ciertos tiburones se relamen ante la perspectiva de que aquí pase
algo grave. En otras latitudes, el nacionalismo, en mala hora reavivado por la
galopada neoliberal, se revuelve contra Europa, en plan Le Pen o Farage, y aquí
se revuelve contra el vecino de al lado… ¡Uf!
Puestas las cosas en los términos
escogidos por los señores independistas catalanes, una minoría compuesta por
osados y por vacilantes, ¿qué sentido tiene proponerles no sé qué retoques de
la Constitución, no sé que “federalismo asimétrico”? ¡Si precisamente ellos no
merecen que se les conceda nada de nada! Y además, su independentismo es de tal
calibre que ningún retoque les podría valer.
¿Y
qué sentido tiene dar vivas a no
sé qué “soberanía catalana” que no
figura en nuestra Constitución? Para mi desconcierto, es lo que han hecho Ada
Colau y Pablo Iglesias...
Por lo que parece, una parte
significativa de la izquierda toma como referencia suprema el “derecho a la
autodeterminación de los pueblos”, transponiendo al presente caso la
terminología de los tiempos de la descolonización. ¡Como si Cataluña tuviese
hoy, en nuestro encuadre constitucional, la misma consideración que tenía
Angola en tiempos del dominio portugués!