Se nos ha hecho saber que los
recortes no obedecen a presión exterior, sino que dimanan de un proyecto de
reforma autóctono.
Si el sujeto no puede acreditar capacidad de supervivencia, ¿qué sentido tiene darle una beca? ¿Si se le puede sacar algo de dinero por tal o cual servicio, por endeble que sea su base de sustentación, por qué no sacárselo? Mientras se lo tiene desnudo, financieramente hablando, con todas sus cosas a la vista, también con sus vergüenzas, seguro que se queda callado, e incapacitado para levantar la vista hacia los altos estratos donde se juega a lo grande.
A
primera vista, uno puede creer que tal declaración ha sido inspirada por algún
mago de la mercadotecnia, pendiente de salvar el patriotismo, la personalidad y
el futuro político del recortador. Pero, ay, se puede tomar en serio, al pie de la letra. Y entonces
resulta que la cosa luce tal que así: el que hace los recortes los hace por
militar en la misma escuela o banda de los que dictan los recortes desde fuera.
¡Acabáramos!
No tiene sentido que nos molestemos en ir paso a paso, tratando de desentrañar los alcances del recorte
de cada día, tratando de aquilatar su aristotélico sentido del equilibrio. Pues
se apunta directamente al entierro de la sociedad en que hemos vivido, para dar
paso a un modelo de sociedad tercermundista, de dominio descarado de una
minoría sobre el común de las gentes.
No
es que los mandarines de dentro obedezcan a los de fuera, como habíamos creído, es que pertenecen
a la misma familia y comparten el mismo proyecto, ya realizado a conciencia, con suma brutalidad, en otras regiones de
este sufrido planeta.
Como el proyecto es en sí mismo inconfesable, vergonzoso y –por usar el
lenguaje al uso- invendible, cabe esperar que seremos mareados con toda clase
de pases trileros para que no veamos más allá de nuestras narices.
A tales juegos pertenece,
por ejemplo, la apelación a la declaración de la renta del ciudadano. En los
viejos tiempos, bastaba con echar un vistazo a la cara y a la indumentaria de
un sujeto para clasificarlo…. Y a
ello volveremos en no mucho tiempo, previo período de clasificación en base a
la citada declaración. Si el sujeto no puede acreditar capacidad de supervivencia, ¿qué sentido tiene darle una beca? ¿Si se le puede sacar algo de dinero por tal o cual servicio, por endeble que sea su base de sustentación, por qué no sacárselo? Mientras se lo tiene desnudo, financieramente hablando, con todas sus cosas a la vista, también con sus vergüenzas, seguro que se queda callado, e incapacitado para levantar la vista hacia los altos estratos donde se juega a lo grande.