¡Qué gran acontecimiento, amigos! No me extraña que los lacayos
de la Bestia neoliberal digan que el 15 M no va a ninguna parte, que es cosa de
cuatro gatos, de unos subnormales políticos, de unos jovenzuelos que están
fuera de la realidad. No me extraña porque conozco el paño.
Dichos lacayos no hicieron nada por entender el 15 M durante los últimos
365 días y no han movido un dedo para calmar la indignación. Es más, han hecho
todo lo posible para elevarla a las más altas cumbres. ¡Cuántas cosas indignantes,
en solo un año!
La
sucia manipulación de nuestra Constitución, para darle el gusto a unos
chantajistas que ni siquiera dan la cara, la fea adscripción al escudo de
misiles, la devolución de los trabajadores al siglo XIX, las dentelladas a la
sanidad y a la educación pública, subidas de esto y de lo otro, congelaciones,
recortes y despidos, desahucios, flujo metódico hacia arriba del dinero, caso Urdangarín
y ahora, encima, lo de Bankia, pilotado por Rodrigo Rato, supuesto mago de las
finanzas. Y resulta que se ha
retocado la ley, de modo que una reunión de más de veinte personas se pueda
convertir, como en los tiempos de Franco, en una reunión ilegal, y resulta que
cualquiera está expuesto, por protestar, a que lo pongan cuatro años a la
sombra. ¡Todo un récord!
El
15 M es lo único limpio, decente y prometedor que ha sucedido en nuestro país
en mucho tiempo. Y nuestra clase
política debería ir tomando nota de lo siguiente: de seguir las cosas así, la
indignación y la voluntad de cambio que definen al 15-M irá a más, no a menos.
Y al final –no se puede gobernar indefinidamente contra la gente–, se
transforme o no el 15 M en un
partido, se pongan o no de acuerdo las asambleas en torno a un programa común,
las elecciones tendrán resultados que harán llorar a los que se pongan por
delante, se modifique o no la ley electoral. Tiempo al tiempo. Porque en algo estamos todos los
indignados, yo a mis sesenta años de edad, completamente de acuerdo: hay que
poner al ser humano por encima de los dineros del 1%, muy por encima…
Las horas triunfales de la horda neoliberal están próximas a su fin, por
sus locuras de casino, pero, en segundo término, gracias a los animadores del
15 M y a quienes comparten su sensibilidad. Hace no muchos años, sólo algunos lectores
de Chomsky y de Galbraith sabían a qué clase de desgraciada y criminal necedad nos
conducía esa horda. Hoy lo sabe todo el mundo, incluso aquellos que son tenidos
por despistados.
Como ya nadie está para bobadas (“brotes verdes”, promesas de “crecimiento” y
cualquier otra que se les ocurra sobre la misma línea), la indignación sólo
puede ir en aumento. La única manera de calmarla sería tomar medidas eficaces a
favor del 99% y en contra del 1%.
Hasta hace no mucho tiempo
se pudo engañar, se pudo abusar de las distracciones del personal, ya no. La horda neoliberal ya no tiene ningún
crédito político, ni tampoco el menor crédito económico. Ella sola, con su
locura, se ha cavado la fosa. El 15 M es, en sí mismo, una indicación de que los tiempos han cambiado, de que empieza una nueva época. Naturalmente, la horda no se dará por enterada, y creerá que con tales o cuales mensajes publicitarios, o con tales o cuales brutalidades, podrá mantener el tinglado, cosa que pongo en duda. Podría, a lo sumo, crear un gulag neoliberal global –va por ese camino–, pero sólo si se lo consentimos.