A los no indignados, a los
satisfechos, les ha sentado fatal que Joseph Stiglitz se haya solidarizado con
el movimiento del 15m. Nadie esperaba verlo participando en la Asamblea de Economía que se celebraba en
el Retiro.
Improvisadamente,
altavoz en mano, Stiglitz nos dejó este mensaje, un diagnóstico conciso, seguido de una prescripción facultativa:
“Las malas ideas han dominado el discurso económico
las últimas tres décadas. No son ideas sustentadas en la ciencia económica,
sino en la ideología y los intereses. Hay una oportunidad real ahora de
combinar la ciencia económica con un compromiso con la justicia social, para
crear una nueva economía.”
Y añadió:
“Os deseo la mejor suerte”. Entrevistado por el diario Público, no se anduvo por las
ramas: si él estuviese en la piel de los indignados españoles, estaría aún más indignado…
Stiglitz ha dado un paso muy valiente. Ex
vicedirector del Banco Mundial, Premio Nobel de Economía y catedrático de la
Universidad de Columbia no es precisamente un hombre ajeno al sistema. De ahí
la importancia de su gesto.
Tenemos fundados motivos para creer que dentro del sistema, con cierto
poder y con cierto predicamento, hay otros personajes que piensan como él, y
sería muy de agradecer que dieran la cara con la misma naturalidad. El
movimiento de los indignados está cargado
de razón.
Y bien mirado, entre las pocas esperanzas que nos quedan está la de que
los espíritus decentes e ilustrados que se encuentran en el interior del
Sistema se hagan cargo de la indignación reinante en las calles. Así, con los
de fuera y con los de dentro unidos, sería posible, en teoría, poner límites a
la élite maligna que se ha hecho con las riendas de la humanidad.