jueves, 14 de mayo de 2009

CUATRO MILLONES DE PARADOS...

La economía española se contrae sin que nuestros dignos representantes hagan otra cosa que marear la perdiz como se acaba de constatar con motivo del debate sobre el estado de la Nación. Si tenemos en cuenta que el futuro es como para echarse a temblar, el debate fue, en sí mismo, irritante.

Las insinuaciones de los altos organismos internacionales y las negras previsiones de Paul Krugman dejan poco margen para los espejismos tranquilizadores. Tras varios lustros de autocomplacencia, nuestra bienamada democracia tendrá que dar el do de pecho, so pena de sufrir un tremendo desgaste. Las repercusiones políticas del estado de cosas que nos aflige están a la vuelta de la esquina y más vale que nuestros representantes se abstengan de despilfarrar la legitimidad democrática, un bien precioso. No es el momento de las discusiones tabernarias, ni tampoco de las medidas de pacotilla “para la galería”. Y lo mejor que podrían hacer es reconocer, tanto por la izquierda como por la derecha, la culpa común en el mal que nos ataca.

Porque unos y otros han andado de ladrillos hasta arriba, sin pensar gran cosa en el futuro, como acredita nuestro maltrecho sistema educativo y el mezquino trato dispensado a nuestros investigadores. Porque unos y otros han perdido el tiempo, sin esforzarse por sentar las bases de una economía dotada de motores propios, que es algo que no se improvisa y que es justamente lo que ahora más vamos a echar de menos, sin que nadie, por otra parte, admita su parte de responsabilidad en lo sucedido.

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