Se trata
de una repetición, de un caso más a añadir a la lista de países damnificados.
Los gastos de la juerga, como viene siendo norma, acaban de ser cargados en la cuenta del desprevenido
contribuyente. Desplumar a las buenas gentes es lo que se lleva. El Estado
posmoderno no es más que un testaferro del poder organizado del dinero, y hace
estupendamente su trabajo. Si alguien cree que esta serie de latrocinios va a
terminar se equivoca de medio a
medio.
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