Gabrielle Giffords figuraba, en efecto, en la lista de las personas progresistas “a
eliminar”. Ahora esta derecha se distancia, como es natural, del loco que se
tomó en serio sus “metáforas”. Lo que no obsta para que cualquier observador se
vea obligado a señalar que, con ese lenguaje, algo malo tenía que pasar, tarde
o temprano. Y una de dos: o la
salvajada de Tucson trae como consecuencia una moderación en el lenguaje, cosa
de la que dudo, o habrá más. Por imitación, por resonancia, por odio y por la evaporación del principio
de tolerancia sin el cual ninguna
sociedad plural puede sobrevivir. Y encima, no hay quien encuentre en la
carrera política de la senadora ninguna señal de extremismo izquierdista.
Siempre se ha definido como de centro. Muy mal debe andar aquel país para que
se odie de esa forma a personas tan moderadas...
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