Acabo de leer el artículo “Juntos, mejor”,
aparecido en El País (6 de junio). Es
de agradecer que, por fin, dos políticos de distinto signo, uno del PSOE y otro
del PP, sean capaces de firmar tan llanamente un texto común, con la mirada puesta
en problemas muy reales.
De
agradecer porque hemos padecido, una legislatura tras otra, una forma suicida de hacer política, basada en la
dialéctica del amigo y el enemigo, en el navajeo parlamentario y en los
sofismas de los expertos en mercadotecnia política. De donde resultó que ni las tareas de gobierno ni las tareas
de la oposición fueron cumplidas dignamente, con el correspondiente desgaste
del sistema democrático que asumimos en 1978, con el correspondiente aumento
exponencial de la desconfianza en la clase política, sobre el que tan
oportunamente ustedes llaman la atención. Y es que una clase política no puede
vivir sistemáticamente de espaldas a la verdad, de espaldas a la gente, y haciendo
de sus peleas intestinas un espectáculo… sin chamuscarse.
Me
parece bien el lema “juntos, mejor”, porque en plan riña de gatos podemos
acabar todos en el infierno. Es cierto, además, que aquí hace falta un “plan
estratégico” y sin duda también un “pacto de Estado” encaminado a su
cumplimiento. Entiendo que ustedes traigan a colación los Pactos de la Moncloa, a modo de nostálgico motivo de
inspiración.
La
política de ir poniendo parches es ruinosa, los ponga quien los ponga. Es el
colmo, por otra parte, que todavía no exista dicho plan estratégico y que
estemos viviendo, con crisis o sin ella, a lo que salga, consumiendo bienes
materiales e inmateriales a tontas y a locas. Por no hablar de la manera insensata en que se está dilapidando el talento de las jóvenes generaciones.
Es
el colmo también que, a lo largo de los años, no se haya hecho otra cosa que ir
por la línea del menor esfuerzo en pos de beneficios rápidos, que se haya jugado en todo momento a favor
del 1% y en contra del 99%, que no se haya parido una sola idea original, como
si en este país sólo fuésemos capaces de copiar toscos argumentarios inspirados
en folletos servidos por think-tanks de allende los mares.
Ahora bien, echo en falta dos cosas en el artículo, por lo que pido
aclaraciones. El “juntos, mejor” me parece saludable a condición de que ustedes conserven sus respectivas señas de identidad política. Como hicieron los
signatarios de los Pactos de la Moncloa. Si por juntos se entiende confundidos y revueltos, la cosa no me haría ninguna gracia, por insana y perversa.
Habiendo hecho ustedes un uso ostensible de la "puerta
giratoria" que lleva de la política activa a las altas esferas del empresariado,
no vaya a ser que se hayan juntado por haberle tomado el gusto a estar en lo
mismo.
También podría ser que ustedes se hayan tomado
en serio eso de que la derecha y la izquierda son cosas del pasado, o el
espejismo de que Sarkozy era un hombre de izquierdas, o el mito del fin de la
historia, o el mito de los tecnócratas. En tal caso, mal, muy mal. Su artículo pretende ser
pedagógico, pero, cuidado, porque mezclar las identidades políticas conduce al
caos y al descrédito de los mezclados. Les hago notar que la calle ya ha dicho
“ni PSOE ni PP”: ha visto que, más allá de las trifulcas para la galería,
sirven a los mismos intereses corporativos. Y esto no se perdona.
En
segundo lugar, echo en falta en este artículo un pronunciamiento claro y
distinto a favor de la gente. Esto me inquieta, no vaya a ser que estemos
pensando en planes estratégicos completamente distintos, enfocados
hacia metas opuestas. Les pido,
pues, una aclaración. ¿Están ustedes reclamando un plan estratégico y un pacto de
Estado a favor del 1% o a favor del 99%? La respuesta no me resulta obvia, por eso
solicito una aclaración.
Y
la respuesta no me resulta obvia porque he oído últimamente
varias llamadas, todas sospechosísimas, a la unidad, a superar los enfoques
partidistas, a arrimar todos el hombro, e incluso a dar paso a un “gobierno de
concentración”… sin que en ningún momento se haya hablado de poner coto por las
bravas –todos a una– al festín que se está dando a nuestra costa la Bestia
neoliberal, lo que invita a pensar en que, por el contrario, se trata de seguir
engordándola, en plan sacrificio colectivo. ¿Debo o no inscribir su artículo en esta línea? Espero que esta pregunta algo
ruda no me sea tomada a mal, porque es ineludible.
Ya
he escrito en alguna parte que hacen falta todas las personas de buena voluntad,
también por supuesto los políticos
que la tengan, para hacer frente a la citada Bestia, antes de que nos
mate. Por eso suscribo su “juntos, mejor”, pero sólo con esa finalidad
superior. Si la clase política juntase filas simplemente para seguir en las
mismas, mal asunto (lo digo con el corazón en la mano).
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