La euforia de la Europa pudiente ante la victoria del conservador
Samaras debe ser motivo de conmiseración. ¡Hay que ver la suerte que ha tenido
Tsiparas! Un poco más, y gana, y entonces habría caído sobre él todo el
enjambre, toda la basura mediática.
Lo
único que tiene que hacer el líder de Syriza es esperar sentado el previsible e
ignominioso final del tándem Samaras-Venizelos, dos pecios políticos desde el
punto hora en que tragaron con el chantaje en sustitución del deshuesado Papandreu. Si logran formar lo que pomposamente se
llama un “gobierno de unidad nacional” para mejor servir a “los mercados”, peor
para ellos. El problema es el sufrimiento de los griegos, y desde luego, algo que debería también mover a hacer algo serio: de seguir Europa por este camino, dará la razón a personas verdaderamente extremistas, a las que ya me parece estar oyendo afilar las espadas. Lo de Amanecer Dorado no es una pequeñez.
A todo esto, la formidable
pirámide de Ponzi sigue viniéndose abajo a cámara lenta, y seguirá, hagan lo
que hagan Samaras-Venizelos.
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