Al parecer, dos elementos de juicio han producido cierta alergia (su pertenencia al aparato del
partido socialista y su pasajero acomodo en el escenario de Caja Madrid en
tiempos de Blesa); pero ahora lo único importante es qué va a hacer, cómo se
las arreglará para dotar de sentido al relevo de Alfredo Pérez Rubalcaba.
De lo que haga Pedro Sánchez dependen, en buena medida, la suerte PSOE,
en un tris de acabar como el PASOK, y el destino de la democracia en que
habitamos. Este joven profesor de Economía se ha echado a la espalda una carga
pesadísima. Ojalá que salga bien librado, pues de su buen hacer depende la
desactivación inteligente de algunos problemas que, largamente incubados,
podrían saltarnos a la cara de un momento a otro.
Por fortuna, en todo caso, es demasiado joven como para endosarle la
responsabilidad por los yerros que nos han conducido a este desfiladero. Puede
pasar con honra a la historia o salirnos rana y acabar como Venizelos. Los
ánimos no están para bromas. No basta una faena de maquillaje para salvar al
PSOE, ni tampoco eso de poner una vela a Dios y otra al diablo. Le apetezca o
no, tendrá que ser original, pues no puede regirse por el modelo de sus
predecesores. Hollande, el
Venizelos francés, nada le puede enseñar. Cualquier salida a lo Blair sería su
ruina.
Como considero que la única manera de hacer frente a la bestia neoliberal, que ahora se relame a la
vista del gran festín por ella preparado con motivo del tratado entre EE
UU y la UE, considero que es un
deber de la izquierda sumar fuerzas. Y en esta línea, creo que una de las
tareas de Pedro Sánchez es guardarse de alimentar los motivos de discordia y
tender puentes donde no los ha podido haber. Así, por ejemplo, creo que haría
bien en no caer en una fácil descalificación de Podemos. Bien está que el señor
Felipe González se declare miembro de la casta, como el señor Montoro. Pero
ojalá que él no haga lo mismo. Y ojalá que tampoco imite a Susana Díaz, que se declaró de “la casta de los
fontaneros”, en relación con el muy respetable oficio de sus familiares. No están
los ánimos, insisto, para este tipo de boutades. Aquí se está con el 10% ó con
el 90% de los españoles, lo que no tiene ninguna gracia, como soy el primero en
admitir.
Tampoco me parecería feliz que
descalifique indirectamente a Podemos por el expediente de arremeter contra el
“populismo” (y ya lo ha hecho). ¿Quién está aquí lo
suficientemente libre de populismo como para permitirse esa listeza? Y
francamente, en el contexto actual los discursos antipopulistas no presagian
nada bueno, ni democrático, pues se apunta a dejar a la gente inerme ante las
medidas antipopulares que forman parte del catecismo neoliberal.
( Los fanáticos neoliberales se han
olvidado de las promesas populistas que les permitieron abrirse camino
(capitalismo popular, sociedad de propietarios, etc.), lo que indica la malicia
del rollo que ahora nos sueltan con su habitual asertividad, que no le
consienten a nadie más.)
En definitiva, le toca a Pedro Sánchez establecer de qué lado está el PSOE,
para lo cual no le queda más remedio que acordarse de Pablo Iglesias, el mayor,
y dar por concluida la era del socialismo acomodaticio y servil.
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