En estos días tan sobrecargados de símbolos, la detención de Jorge
Verstrynge no me ha sentado nada bien. Le veo cogido y guiado por la nuca por
seres oscuros y tremendos, lo veo arrastrado, llevado medio en volandas, luego oprimido
contra una barrera metálica, pronto esposado, levantado por hombros y pies por
encima de esta cual saco de patatas y finalmente introducido sin
contemplaciones en un furgón policial. Una escena escandalosa, de las que se
quedan en la retina. Y todo porque se manifestó a favor de la República con una
camiseta y supongo que de viva voz también.
Me
entero de que “lo soltaron” a las tres de la madrugada, y le imagino objeto de
una persecución administrativa en toda la regla, según la fórmula de las
multas. ¿Y esto con qué se come? Uno se pregunta si su detención se debió a que
las fuerzas de la autoridad no le reconocieron, llevándoselo p’alante como a los otros siete detenidos, o si
precisamente su persona atrajo el selectivo interés de dichas fuerzas. Supongamos
que el sexagenario profesor, político y escritor tenía desactivados los
reflejos de huída y de sometimiento, en consonancia con su carácter y con su
voluntad de expresarse, y que, pura y simplemente, el mecanismo represivo saltó
de forma automática. Pero no es ningún consuelo.
Lo
cierto es que sus derechos constitucionales se vieron pisoteados, demostrándose
que su validez depende de las circunstancias y de instancias arbitrarias,
siendo preceptivo tener valor y ganas de meterse en líos para ejercerlos a la
vista de la autoridad.
Honra
al profesor Verstrynge que, en lugar de estar en ceremonias y banquetes, haya
estado dando la cara por sus ideas, en la calle. No sé de mucha gente capaz de
ir de lo muelle a lo desesperante por propia voluntad, como él, uno de esos
raros personajes que de la derecha han pasado a la izquierda, yendo en sentido
contrario a lo que se estila. Claro que este hombre, también cuando era muy
joven y era secretario general de Alianza Popular, siempre ha tenido un
compromiso profundo con la causa de la justicia social. Lo que confiere a su
detención un rango simbólico, no precisamente tranquilizador.
Como él y los otros siete detenidos no representaban “un peligro público” en ningún sentido, tampoco en el numérico, por no tratarse de una turbamulta, como no estamos hablando de energúmenos, lo ocurrido no tiene las trazas de un incidente casual. Porque ha tenido cierto tufo a cosa técnica, como el tremendo despliegue de medios de seguridad con motivo de la coronación de Felipe VI. Que se haya considerado preferible mostrar la musculatura y todas las púas del Estado en cuanto poder, con anotación de nombres y direcciones, con imágenes de francotiradores y demás, que se haya preferido esta exhibición a una operación discreta, menos dañina para la fiesta, indica que se están ensayando viejas y conocidas formas de intimidación. Como se anuncia la llegada de un “tiempo nuevo”, me resulta muy deprimente.
Como él y los otros siete detenidos no representaban “un peligro público” en ningún sentido, tampoco en el numérico, por no tratarse de una turbamulta, como no estamos hablando de energúmenos, lo ocurrido no tiene las trazas de un incidente casual. Porque ha tenido cierto tufo a cosa técnica, como el tremendo despliegue de medios de seguridad con motivo de la coronación de Felipe VI. Que se haya considerado preferible mostrar la musculatura y todas las púas del Estado en cuanto poder, con anotación de nombres y direcciones, con imágenes de francotiradores y demás, que se haya preferido esta exhibición a una operación discreta, menos dañina para la fiesta, indica que se están ensayando viejas y conocidas formas de intimidación. Como se anuncia la llegada de un “tiempo nuevo”, me resulta muy deprimente.
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