Como ahora vamos en línea recta a las elecciones generales,
nos vemos en un engañoso período de calma chicha, en medio del tremendo
acelerón. El partido gobernante se saca de la manga, con la venia de Bruselas,
unas cuantas medidas populistas y presume de no sé qué “agenda social”. Y el
PSOE da la impresión de haber rejuvenecido, mientras procura hacer suyas las
angustias del país, al que propone un cambio “seguro”, sin incertidumbres, su
especialidad.
La
prensa airea los tuits de Zapata, espía a Carmena, a ver si va a trabajar en
metro o en coche oficial, airea la “recuperación”, se burla de Syriza y de
Podemos a la vez, etc., etc. El tiempo, en suma, parece haberse detenido. Como neuróticos, parece que estamos obligados a obsesionarnos con
pequeñeces, impotentes todos ante lo verdaderamente grave, qué digo, ante lo
gravísimo.
La historia acelera brutalmente, y
mucho me temo que nos despertaremos cuando ya sea tarde para impedir el
descarrilamiento. Lo que la Troika está haciendo con Grecia es gravísimo,
siendo incomprensible que no hayamos salido todos a la calle para expresar
nuestra solidaridad con Tsypras y el pueblo griego. Porque, termine como
termine el embolado, la Europa que quisimos está muerta y enterrada.
¿Seremos
tan imbéciles como para creer que el mismo poder que pretende devorar a los
griegos alberga buenos propósitos en lo que a nosotros se refiere? Yo no he oído de las altas instancias
planetarias ni una palabra digna de respeto y consideración. Se han
expresado en todo momento como usureros, como chantajistas de la peor especie. Tienen
la moral de un proxeneta, y de ahí no pasan ni pasarán. De modo que no espero
de ellos que devuelvan la esperanza al pueblo griego, ni tampoco al mío. Yo era
un europeísta convencido, pero esta Europa nada tiene que ver conmigo y tengo suficientes motivos para sentirme traicionado.
Visto lo visto, ya no me parece nada sorprendente lo que sucede en
España, empujada en sentido retrógrado. Como no me sorprende que el tratado EE
UU/UE (TTIP) se haya negociado en secreto y que ahora lo estén maquillando a
gusto entre populares y socialistas europeos (tal para cual).
Como
no me sorprende tampoco lo que acaba de salir a la luz gracias a WikiLeaks y Público, esa monstruosidad supersecreta llamada TiSA. Recomiendo al
lector la lectura del siguiente artículo de Carlos Enrique Bayo: http://www.publico.es/internacional/wikileaks/diez-amenazas-del-pacto-secreto.html , claro y singular en medio del
silencio convenido vaya usted a saber dónde. En estos momentos, por lo que
sabemos del TTIP y del TiSA, tiene lugar la
formalización contractual de un proceso ya lanzado.
Las grandes corporaciones transnacionales ya se han hecho con el poder, y ahora pretenden legitimar su
galopada por escrito. Lo que nos pasa a nosotros y lo que les está pasando a
los griegos forma parte de la misma jugada. La historia acelera bajo nuestros
pies. El mundo de mañana no se parecerá al de ayer, salvo en la carcasa
institucional, vacía de todo contenido democrático. La dictadura del capital es
un hecho brutal y descarado.
El
destino de la gente no importa un comino. Hagámonos a la idea de que somos
espaldas mojadas, ratas de río, migrantes despavoridos, todos en situación de
ser explotados como nuestros hermanos chinos de la Foxcom.
Los datos de millones de ciudadanos circularán a través de las fronteras
para ser procesados por las multinacionales, sin ningún control. Los contratos
públicos pasarán a manos de dichas empresas, etc. Renunciad a toda esperanza de que se pongan límites al capitalismo
salvaje.
De modo que no es extraño que nos enteremos de que la empresa Walmart evadió tranquilamente el pago de impuestos en Argentina por el simple procedimiento de tener una empresa ad hoc, sin empleados, en Valencia. Y que la misma astucia libera de molestias a Pepsi y a otros gigantes por el estilo. Lo normal, vamos. A los españoles los peces gordos nos defraudan, pero lo mismo ocurre en todas partes. Es la norma, como también burlarse de la “pobre gente que paga impuestos”, la que soporta todo el edificio.
De modo que no es extraño que nos enteremos de que la empresa Walmart evadió tranquilamente el pago de impuestos en Argentina por el simple procedimiento de tener una empresa ad hoc, sin empleados, en Valencia. Y que la misma astucia libera de molestias a Pepsi y a otros gigantes por el estilo. Lo normal, vamos. A los españoles los peces gordos nos defraudan, pero lo mismo ocurre en todas partes. Es la norma, como también burlarse de la “pobre gente que paga impuestos”, la que soporta todo el edificio.
Si uno pregunta quién le representa en
las negociaciones secretas del TiSA, podrá escandalizarse, pero no sorprenderse:
el señor Jean-Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, el mismo que
urdió el formidable mecanismo evasor luxenburgués. ¿Quién mejor que él para
presidir esta Comisión, y para representarme a mí en las misteriosas tenidas
del TiSA?
Claro que a título de insana curiosidad me
pregunto con qué lumbreras españolas se comunica a escondidas el señor Juncker. ¿Quiénes están en el ajo
en nuestro país? Deberíamos saberlo antes de las elecciones generales, pero no
nos hagamos ilusiones. Esto no va de demócratas, sino de gángsters.
La idea es que el TiSA se haga público dentro de cinco años… cuando el proceso sea completamente irreversible, cuando los Estados firmantes se hayan habituado al papel de encomenderos del las altas instancias que nos gobiernan dictatorialmente desde las sombras. La locura en curso es de tal nivel que entiendo que a muchos les cueste creer que sea cierta. Es lo que siempre ha sucedido en casos así, una forma rara de esperanza típica de los momentos históricos catastróficos.
La idea es que el TiSA se haga público dentro de cinco años… cuando el proceso sea completamente irreversible, cuando los Estados firmantes se hayan habituado al papel de encomenderos del las altas instancias que nos gobiernan dictatorialmente desde las sombras. La locura en curso es de tal nivel que entiendo que a muchos les cueste creer que sea cierta. Es lo que siempre ha sucedido en casos así, una forma rara de esperanza típica de los momentos históricos catastróficos.
La única manera de acabar con el capitalismo salvaje actual es formando un ejército popular más poderosos que el USA y la Cia, que son los que sostienen a los grandes especuladores, inversores, grandes compañías y sus traders actuales. Hasta que no se disponga de ese ejército que pueda derrotar al ejército de los tiranos acttuales, todo lo demás es hablar por hablar.
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