Tras el no de los griegos, la capitulación de Tsipras. La Bestia neoliberal venció, como era
de temer. Era mucho pedir que Grecia, ella solita, se saliese con la suya, con
un acuerdo sensato, encaminado a satisfacer dos mandatos incompatibles, el
servicio a los acreedores y el de proteger al pueblo griego contra la galopada
nihilista de los amos de Europa. Por lo visto, da igual que se sepa que la deuda griega, en
parte odiosa, es tan impagable como la nuestra.
Varufakis ha dado testimonio de que sus interlocutores no se atenían a
razones, que ni siquiera se tomaban el trabajo de escucharle, que iban a lo
suyo, a tiro fijo. Paul Krugman, Joseph
Stiglitz, Thomas Piketty y Jeffrey Sachs estaban pidiendo a gritos una solución
sensata, con visión de futuro, con eso que antes se llamaba “sentido europeo”.
Y se han visto tan cruelmente defraudados como Tsipras y Varufakis.
Los
griegos se ven obligados a apurar el cáliz del austericidio hasta sus últimas
consecuencias, por la vía de un chantaje que, a no dudar, irá in crescendo.
Pero hay un antes y un después de la capitulación griega. Cuando los
primates de la Comunidad Europea nos vengan con palabras tales como solidaridad
y responsabilidad, ya sabremos a qué atenernos con solo recordar su
insolidaridad brutal y su nulo sentido de la responsabilidad histórica en el
caso griego.
Bien claro ha quedado que les gusta conceder préstamos a terceros con
ánimo de engordar las arcas de sus empresas y bancos. Bien claro está que les
encanta posesionarse de las riquezas de un país y someter a explotación a sus
habitantes según una lógica neocolonial tan vieja como repugnante. Bien claro
ha quedado que no les importa destruir a un gobernante y al entero sistema político
de un país, con tal de salirse con la suya. De demócratas no tienen un pelo.
Esos primates consideran muy razonable pagar las enloquecidas juergas propias y las de
los peces gordos con el trabajo presente y futuro de los pueblos. Les parece normal
socializar las pérdidas y emprenderla sistemáticamente contra los más
necesitados de protección, niños, parados, enfermos y ancianos. ¿Se avergüenzan de ello? No, desde luego. Estos personajes no sienten lo que antes se llamaba temor de Dios y carecen de compromisos éticos laicos. Son simples aprendices de Maquiavelo rebozados en el viejo darwinismo
social. El pardillo europeo que se tenga creído que esos salvajes le
dispensarán un trato mejor que a los griegos, no tardará en llevarse un susto
de muerte.
Y
hay un antes y un después, por cuanto la catástrofe humanitaria de Grecia ha
sido cargada ya sobre los hombros de Alemania, lo que se presta a asociaciones
mentales muy desagradables, malos recuerdos, especialmente dolorosos en el caso
de los griegos, que todavía están esperando las reparaciones por “aquello”.
¿Hemos de pensar que lo alemanes se han sacudido de encima ciertos complejos,
que vuelven a las andadas? ¡Habrá quien lo piense, desde luego!
Al
parecer los primates europeos han querido dar una lección a todos, también a
Francia, en la cabeza de los griegos, en estricta aplicación del manual del
chantajista.
De momento, han
conseguido que sean los países más endeudados los que se hayan mostrado más
duros con Grecia, coreando su acción. Pero como todo esto es una insensatez, no
se ha tenido en cuenta que, visto lo visto, uno no puede uno sentarse a negociar
con tales chantajistas con la esperanza de hacer valer la razón y el humanitarismo.
El caso griego ha enseñado que una actitud tan sensata no conduce a ninguna
parte. El próximo gobierno que decida defender a su pueblo de los depredadores
empezará por no sentarse a la mesa. Y es que se ha sacado la conclusión de que
Tsipras se ha quedado corto, por confiar en los valores de una Europa que ya no
existe.
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