Reina una gran agitación en el
centro del espacio político, donde los partidos atrápalo todo, Podemos entre
ellos, agitan sus banderas. Se pugna por seducir a la masa de indecisos.
Lamentablemente, ese centro es un espejismo. No hay tal centro, como
constataremos después del 20-D.
De hecho, la Comisión Europea, presidida por Jean-Claude Juncker –genio
de la evasión fiscal, capo austericida–, acaba de puntualizar que, sea el que
sea, el próximo gobierno de nuestro país tendrá que dar una vuelta de tuerca a
la reforma laboral y atenerse a los
límites del déficit y de la deuda públicos (nuevos recortes sociales).
Nótese que la Comisión, ya impaciente, no ha tenido a bien esperar hasta después del 20-D para emitir
este Diktat. Y no hace falta ser ningún genio para saber que nos empuja de mala manera, como sobre raíles, a las coordenadas del TTIP y el
TiSA, esto es, a un modelo de sociedad hobbesiano y darwinista en el que todas
las lindas palabras de ahora estarán
fuera de lugar.
No hay centro, insisto. Ni podría
haberlo en circunstancias como estas. O se está del lado de las personas, o se está del lado de la
Bestia neoliberal. No otra es la confrontación, aquí, en Europa y en el mundo.
Si nos atenemos a esta cruda realidad, la confusión deja paso a una visión ante
la cual no cabe hacer el avestruz, pues el propio sistema democrático se
encuentra en peligro aquí y en todas partes, por la incompatibilidad entre los
fines de la Bestia y los de la gente.
Las
encuestas predicen que tanto el PP como el PSOE algo pagarán en las urnas por
lo que han hecho, pero nada dicen del daño que dicha incompatibilidad producirá
a los partidos emergentes a partir del punto y hora en que se vean en el trance
de pasar por el aro.
Las
encuestas predicen el final del bipartidismo imperfecto, pero mucho me temo que
con eso no basta inaugurar una nueva fase histórica. Veo venir más desgaste. En
cuanto se disipen las fantasías electorales, ¿qué creemos que van a sentir los
votantes del PP y del PSOE, por muy curtidos que estén? La catarsis electoral
durará poco.
En
cuanto a los emergentes, su desgaste será rápido, porque obedece al mismo
mecanismo perverso y sus votantes tienen menos estómago. Todo esto es malo para
nuestra democracia en sí misma, y es pronto para saber si será capaz de
sobreponerse, pues el daño es demasiado grave, no un simple toque de atención.
En teoría, una democracia puede regenerarse, pero no hay manera de lograrlo a
fuerza de abusar sofísticamente de su legitimidad en perjuicio de los intereses
comunes. La crisis y su gestión, he aquí dos armas de destrucción masiva contra los sistemas democráticos, cuya salud no importa un comino al establishment.
Para mí, hay dos frentes en liza. Por un lado, el frente neoliberal, del
que forman parte el PP y Ciudadanos. Todo indica que tendrán tanta fuerza en el
Parlamento que hasta me parece estúpido dar pábulo a una reforma
constitucional, no vaya a ser que veamos sustituida la Constitución de 1978 por
un sofrito neoliberal.
El
papel del PSOE se presenta equívoco aunque Sánchez haya tratado de girar hacia
la izquierda. No le hemos vuelto a oír hablar de eliminar el sucio artículo
135; declaró sentirse más cerca de Valls que de Corbyn; y encima, tiene un
consejero económico neoliberal, el señor Jordi Sevilla (hasta ayer mismo, un
firme partidario de un gobierno de concentración PP/PSOE…). También es muy
significativo que haya tratado de fastidiar a Podemos por el sencillo expediente de
agitar el fantasma de Syriza, una manera de declarar su fidelidad al
establishment. Todo indica que el PP y Ciudadanos podrían contar con el
apoyo del PSOE en los temas verdaderamente importantes, cualquiera que sea el
resultado que obtenga Pedro
Sánchez el día 20. Que el PSOE se juega su porvenir es cosa sabida, pero es
incierto que vaya a reaccionar. Piénsese en los casos de Venizelos y de
Hollande, dispuestos a hundirse a mayor gloria del sistema.
Nos queda el otro frente, el antineoliberal, en el que encontramos a
Podemos, Unidad Popular-Izquierda Unida y las diversas mareas. Hoy separados
por cuestiones menores, creo que estas fuerzas formarán un todo compacto en el
Parlamento, aunque sin posibilidad alguna de influir en el curso de los
acontecimientos. El frente neoliberal no las dejará llevar adelante
ningún referéndum, no les dará opción a dejar su huella en la reforma
constitucional; no conseguirán la eliminación del artículo 135, ni sacar
adelante sus proyectos sociales. Esto es triste, pero cabe esperar que se
consolide una fuerza clara de oposición, tanto más digna de confianza cuanto
menos doble el espinazo, tanto más importante para el día de mañana cuanto
mejor informe a la ciudadanía de lo que está urdiéndose en la trastienda del
poder. Como la indignación irá en aumento, como el otro frente cargará con toda
la responsabilidad, su hora llegará, tarde o temprano. A menos que el sistema
colapse por el camino.
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