Un corresponsal me reprocha mi “falta de confianza” en el PSOE y en
particular que lo tenga metido en el saco de la mafia neoliberal. Me dice que
he sido injusto con Pedro Sánchez, a quien considera el líder natural de la
izquierda y el hombre indicado para liderar la operación de dejar fuera de
juego a Rajoy.
Me recuerda que Pedro Sánchez acaba de negarle su apoyo al PP ayer
mismo. Lo sé, me he fijado, pero yo adscribo al PSOE al campo neoliberal desde
hace mucho tiempo a la luz de sus hechos, esto es, en clave de poder y no de
juegos de prestidigitación.
Admito que en mis comentarios no le
he otorgado a Sánchez el beneficio de la duda. No le conozco personalmente. Solo
sé de él lo que he visto en los periódicos y en la tele. Puede que él se crea
las mejores palabras que ha pronunciado al calor de la campaña electoral, puede
que tenga las mejores y más socialistas intenciones, pero carezco de pruebas.
Ahora bien, he tomado nota de que dejó de hablar de la
eliminación del artículo 135 de la Constitución en cuanto se vio presionado por
el establishment y de que se declaró más próximo a Valls que a Corbyn. No puedo
ignorar tampoco que tiene un asesor llamado Jordi Sevilla, neoliberal y
partidario de una gran coalición PP/PSOE, ya compinchado al respecto con Josep
Piqué y correligionario económico del señor Garicano, el asesor de Ciudadanos.
¿Pequeñeces? No, a mi parecer, aunque entiendo que mi corresponsal no
haya prestado atención esos elementos de juicio: el candidato saltó a la palestra en clima
electoral, definiéndose al calor
de las circunstancias, empujado por la necesidad de hacer valer lo que por
razones históricas el PSOE aun pueda tener de socialista en el imaginario colectivo.
Pero de ahí que tenga la cabeza y los huevos para romper con la herencia de los
González y los Solchaga media un trecho.
He visto a Pedro Sánchez andar por el filo de la navaja, tratando de
conciliar los buenos propósitos del socialismo con el orden de cosas existente,
como si tal cosa fuese posible en la práctica. Le he visto eludir temas tan graves como el TTIP y el TiSA,
de cuyos pormenores ya debe estar más que enterado. Y además, lo que me parece
sintomático, recibió tan mal a Podemos
como lo recibieron los del IBEX y de la caverna. Encima, se ha presentado como el continuador de los maestros de la acomodación y el gatopardismo,
desde González a Zapatero, a mucha honra me ha parecido entender.
Admito que Pedro Sánchez me halagó los oídos cuando expresó su deseo de
barrer de un plumazo la reforma laboral, pero, ¿cómo podría hacerlo sin
pelearse con el establishment, provisto de excelentes peones dentro de su
propio partido?
Por su juventud y por las dramáticas circunstancias, Pedro Sánchez bien
pudo declararse socialista renacido, echar pestes sobre la tercera vía, condenar
la capitulación de la socialdemocracia ante los intereses del gran capital. Y
no lo hizo. Para mí, esto quiere decir que el PSOE, balandronadas sociales
aparte, está donde estaba, esto es, en la acomodación. Y por esta razón no lo
puedo colocar en el frente antineoliberal. Y conste que me irritan
más los neoliberales encubiertos que los declarados.
Quizá
Pedro Sánchez, desprovisto de escamas, por salud juvenil o por no estar atrapado
en las redes clientelares, se sienta en posición nueva, quizá crea en el
proyecto que los socialistas no contaminados por los intereses particulares
todavía atribuyen al PSOE. Pero con eso no me basta. El partido que preside
hace mucho que dejó de cumplir sus deberes, hace mucho que actuó como cómplice
necesario del desplazamiento a la derecha de nuestro sistema político.
Entiendo que mi corresponsal defienda a Pedro Sánchez. Y reconozco que yo no quisiera estar en
el pellejo de su defendido. Para salvar al PSOE de la trampa histórica en la
que ha caído, tendría sacar del sótano a Pablo Iglesias el Viejo, apoyarse en la parte sana de su partido y darles la
patada a los profesionales de la acomodación, tendría que sacar pecho ante el
establishment local y transnacional. Es lo que, a mi juicio, le toca, porque de
seguir igual el PSOE se irá al carajo en plan Venizelos.
¿Lo
veo capaz de tamaña heroicidad?
Pues no. Quizá esté deseando poner manos a la obra, pero yo no creo que
le dejen. Y es que el PSOE, como el PP, ya quemó sus naves al servicio de la
Bestia neoliberal para mejor disfrutar de sinecuras y zanahorias.
En fin, querido amigo, que
de aquí a nada se pondrá de moda la palabra “responsabilidad”, para justificar
la siguiente ronda de acomodación, con o sin Pedro Sánchez. Ya se sabe, a la
irresponsabilidad social por la responsabilidad corporativa, responsabilidad
esta que en las urnas cotiza cada vez
menos, como acaba de demostrarse. Y no se me enfade si le digo que presiento
que la historia no tardará en sepultar al PSOE y al PP en la misma sima
política, abrazaditos los dos.
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