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jueves, 29 de mayo de 2014

LA IRRUPCIÓN DE PODEMOS

     Esta es la gran novedad que nos han dejado las elecciones europeas. Quienes se congratulaban por el  supuesto desvanecimiento del 15-M se han llevado una desagradable sorpresa al toparse con su materialización en forma de partido. Podemos ha venido para quedarse, con el sólido respaldo de más de un millón de españoles. Esto  ha pillado desprevenidos a los genios malignos del orden establecido.
     El señor Arriola, consejero áulico del presidente del gobierno, ha dado muestras de una prepotencia más bien patética al confundir un fenómeno político del tamaño de Podemos con una ventolera friki. De tanto jugar con los términos el gran prestidigitador, réplica española de Karl Rove, ha acabado por no distinguir un mosquito de  un tigre.
    Tomar por frikies a los profesores, licenciados, doctores y personas ilustradas en general que han dado vida a Podemos es una ocurrencia realmente estúpida. Pablo Iglesias y su equipo representan a la parte activa de una generación que de tonta no tiene un pelo. Por lo que a ellos se refiere, el infame plan de crear una sociedad clasista en la que sólo puedan hacerse con una preparación digna de tal nombre los hijos de los ricos ha llegado tarde.
    El señor Arriola no tardará en caer en la cuenta de que las exitosas fórmulas que se utilizan para manipular a las gentes de la América profunda son inútiles, contraproducentes e irritantes en la España del siglo XXI. ¿Qué papel cree que harían Arias Cañete o González Pons en un cara a cara con el profesor Monedero o con la “camarera del gin-tonic”, Lola Sánchez, licenciada en Ciencias Políticas? Que sus clientes sigan pendientes de argumentarios idiotas hasta la completa despersonalización y ya veremos lo que pasa.
    Claro que no es Arriola el único que ha dado la nota. Podemos ha provocado reacciones cavernarias dignas de estudio. Pablo Iglesias es “el niñato”, “el de la coleta”, “Pablete”, nada importante, o bien, simultáneamente, un “Lenin”, la  reencarnación de Hitler y de Castro, un Le Pen, un Chávez.  Los mismos que se descamisan para las elecciones le han acusado de “populista”… Y esto no ha hecho más que empezar. Todas las alarmas han saltado a la vez.
    Particularmente expresivo ha sido Felipe González, que se ha declarado orgulloso de pertenecer a “la casta” por lo mucho que esta ha hecho por el país. ¿Le habré entendido mal? Su pertenencia a la casta es evidente, pero, ¿en qué se funda su orgullo? ¿Atribuye a la casta las pensiones no contributivas o se las atribuye al PSOE de los años ochenta? ¿Confunde a aquel PSOE que recibió un apoyo masivo con la casta de marras y nos invita a confundirnos también? Más clara ha sido su definición de Podemos: una moda bolivariana, algo que le preocupa mucho, vamos, como si no fuese una moda. Viene a decirnos que sería catastrófico que fuese a más aquí y en Europa. Exactamente como si en lugar de efecto de la catástrofe que estamos viviendo, Podemos y Syriza  fuesen la causa de la misma. Es una forma de sugerir que más vale conformarse con lo que hay, por ser terrorífico lo que puede pasar.
     No es la primera vez que  Felipe González pulsa las fibras del miedo  a lo desconocido. Ahora bien, ¿por qué lo hace ahora, como si Pablo Iglesias estuviese a punto de instalarse en La Moncloa? Mucho me temo que sigue pensando en un gobierno de concentración o salvación nacional y que en su mente ya opera el fantasma de Hugo Chávez como pretexto añadido. Y el problema es que ese gobierno de salvación sería precisamente el hacha de la casta mafiosa. Por no hablar de la manera realmente grotesca de dar la razón a todos aquellos que han llegado a la conclusión de que la Transición fue  una estafa, lo que no es precisamente un favor para quienes tratamos de defender sus aspectos meritorios y decentes. Muchísima gente joven ya habla con desprecio del “régimen de 1978”, de la socialdemocracia y del liberalismo, y no creo que la ejecutoria de González y sus compadres sea ajena a este desperfecto de nuestro sistema político.
     El poder establecido haría bien en estar agradecido a que, a pesar de sus modales  chulescos, le haya tocado en suerte una oposición tan cívica e ilustrada como Podemos, que hasta le da una oportunidad de reflexionar y de ponerse límites, cosa elemental que no sabe hacer por sí mismo, una oposición que por su sola presencia invita a la sanación democrática de nuestros diversos males, empezando por la sanación del propio PSOE, que si llega a celebrar unas primarias dignas de tal nombre será por lo que ha aprendido el domingo. Pero esta es una apreciación idealista. Lo cierto es que el poder establecido ya ha emprendido su particular cruzada contra Podemos y todo lo que representa. Y esto sí que es preocupante.