Esta es la gran novedad que nos han dejado las elecciones europeas. Quienes
se congratulaban por el supuesto
desvanecimiento del 15-M se han llevado una desagradable sorpresa al toparse
con su materialización en forma de partido. Podemos ha venido para quedarse,
con el sólido respaldo de más de un millón de españoles. Esto ha pillado desprevenidos a los genios
malignos del orden establecido.
El señor Arriola, consejero áulico del presidente del gobierno, ha dado
muestras de una prepotencia más bien patética al confundir un fenómeno político
del tamaño de Podemos con una ventolera friki. De tanto jugar con los
términos el gran prestidigitador, réplica española de Karl Rove, ha acabado por
no distinguir un mosquito de un
tigre.
Tomar
por frikies a los profesores, licenciados, doctores y personas ilustradas en
general que han dado vida a Podemos es una ocurrencia realmente estúpida. Pablo
Iglesias y su equipo representan a la parte activa de una generación que de tonta
no tiene un pelo. Por lo que a ellos se refiere, el infame plan de crear una
sociedad clasista en la que sólo puedan hacerse con una preparación digna de
tal nombre los hijos de los ricos ha llegado tarde.
El
señor Arriola no tardará en caer en la cuenta de que las exitosas fórmulas que
se utilizan para manipular a las gentes de la América profunda son inútiles,
contraproducentes e irritantes en la España del siglo XXI. ¿Qué papel cree que
harían Arias Cañete o González Pons en un cara a cara con el profesor Monedero
o con la “camarera del gin-tonic”, Lola Sánchez, licenciada en Ciencias
Políticas? Que sus clientes sigan pendientes de argumentarios idiotas hasta la
completa despersonalización y ya veremos lo que pasa.
Claro
que no es Arriola el único que ha dado la nota. Podemos ha provocado reacciones
cavernarias dignas de estudio. Pablo Iglesias es “el niñato”, “el de la
coleta”, “Pablete”, nada importante, o bien, simultáneamente, un “Lenin”, la reencarnación de Hitler y de Castro, un
Le Pen, un Chávez. Los mismos que
se descamisan para las elecciones le han acusado de “populista”… Y esto no ha
hecho más que empezar. Todas las alarmas han saltado a la vez.
Particularmente
expresivo ha sido Felipe González, que se ha declarado orgulloso de pertenecer
a “la casta” por lo mucho que esta ha hecho por el país. ¿Le habré entendido
mal? Su pertenencia a la casta es evidente, pero, ¿en qué se funda su orgullo? ¿Atribuye
a la casta las pensiones no contributivas o se las atribuye al PSOE de los años
ochenta? ¿Confunde a aquel PSOE que recibió un apoyo masivo con la casta de
marras y nos invita a confundirnos también? Más clara ha sido su definición de
Podemos: una moda bolivariana, algo que le preocupa mucho, vamos, como si no
fuese una moda. Viene a decirnos que sería catastrófico que fuese a más aquí y
en Europa. Exactamente como si en lugar de efecto de la catástrofe que estamos
viviendo, Podemos y Syriza fuesen
la causa de la misma. Es una forma de sugerir que más vale conformarse con lo
que hay, por ser terrorífico lo que puede pasar.
No es la primera vez que Felipe González pulsa las fibras del miedo a lo desconocido. Ahora bien, ¿por qué
lo hace ahora, como si Pablo Iglesias estuviese a punto de instalarse en La Moncloa?
Mucho me temo que sigue pensando en un gobierno de concentración o salvación
nacional y que en su mente ya opera el fantasma de Hugo Chávez como pretexto
añadido. Y el problema es que ese gobierno de salvación sería precisamente el hacha de la casta mafiosa. Por no hablar de la manera realmente grotesca
de dar la razón a todos aquellos que han llegado a la conclusión de que la
Transición fue una estafa, lo que no es precisamente un favor para
quienes tratamos de defender sus aspectos meritorios y decentes. Muchísima
gente joven ya habla con desprecio del “régimen de 1978”, de la socialdemocracia
y del liberalismo, y no creo que la ejecutoria de González y sus compadres sea
ajena a este desperfecto de nuestro sistema político.
El poder establecido haría bien en estar agradecido a que, a pesar de sus modales chulescos, le haya tocado en suerte una oposición tan cívica e ilustrada como Podemos, que hasta le da una oportunidad de reflexionar y de ponerse límites, cosa elemental que no sabe hacer por sí mismo, una oposición que por su sola presencia invita a la sanación democrática de nuestros diversos males, empezando por la sanación del propio PSOE, que si llega a celebrar unas primarias dignas de tal nombre será por lo que ha aprendido el domingo. Pero esta es una apreciación idealista. Lo cierto es que el poder establecido ya ha emprendido su particular cruzada contra Podemos y todo lo que representa. Y esto sí que es preocupante.
El poder establecido haría bien en estar agradecido a que, a pesar de sus modales chulescos, le haya tocado en suerte una oposición tan cívica e ilustrada como Podemos, que hasta le da una oportunidad de reflexionar y de ponerse límites, cosa elemental que no sabe hacer por sí mismo, una oposición que por su sola presencia invita a la sanación democrática de nuestros diversos males, empezando por la sanación del propio PSOE, que si llega a celebrar unas primarias dignas de tal nombre será por lo que ha aprendido el domingo. Pero esta es una apreciación idealista. Lo cierto es que el poder establecido ya ha emprendido su particular cruzada contra Podemos y todo lo que representa. Y esto sí que es preocupante.
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