Un loco, es lo primero que piensa uno.
Pero este Breivik es algo más que un simple desequilibrado. La salvajada que
cometió en Oslo y en la isla de Utoya nos pone ante uno de los enigmas más
odiosos de la posmodernidad: la fría aniquilación de personas con segundas
intenciones, como resultado de un cálculo, de un plan. No es la primera vez que
ocurre, y mucho me temo que no será la última.
La desvalorización de la vida humana ha
llegado a extremos inauditos. Es inevitable ver tan horrible característica de
nuestro tiempo en los bombardeos de ciudades, en la indiferencia con que
contemplamos a millones de hambrientos, y en este tipo de actos.
En los viejos tiempos, el terrorista apuntaba
contra los responsables reales o presuntos de tales o cuales injusticias. Ahora
lo que se lleva es poner bombas en la calle y disparar contra cualquiera. Esta
moda empezó, creo recordar, con la matanza de Peteano, o con la bomba de la
sala de espera de la estación de Bolonia. Los locos y los no locos son capaces
de las mismas salvajadas.
En este caso, se ve a las claras el alto precio
que se acaba pagando por la retórica del odio al diferente, pues el tal Breivik
la tenía tomada contra los musulmanes y contra el multiculturalismo, hasta el
punto de disparar contra sus propios compatriotas, supuestos culpables de
condescendencia.
Tenga o no cómplices directos, Breivik no está
solo en su odio. Hay mucha gente –intelectuales de pago incluidos– que se dedica a atizar el odio contra los
“extraños”. El viejo racismo hitleriano ha sido convenientemente reciclado, y
el sueño de la “raza pura” ha sido sustituido por el no menos insensato y
criminal de la “comunidad pura”, una invitación a la “limpieza étnica”. Que a
estas alturas de la historia tengamos que
vérnoslas con este tipo de cosas es un indicio claro de que ésta, en lugar
de progresar, retrocede… Que el señor Breivik tenga una empanada mental no
sirve de consuelo: no es el único que la tiene.
Y una última cuestión: ¿es tolerable que ciertas gentes se lucren vendiendo ametralladoras y balas dum-dum a particulares?
Y una última cuestión: ¿es tolerable que ciertas gentes se lucren vendiendo ametralladoras y balas dum-dum a particulares?