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miércoles, 18 de noviembre de 2015

LOS ATENTADOS DE PARÍS: PREGUNTAS ACUCIANTES

    ¿Qué responsabilidad tiene Occidente en esto del Estado Islámico? ¿A qué países se refiere Putin cuando acusa a miembros del G-20 de estar detrás? ¿Quién se lucra con el petróleo que roba? ¿De dónde salieron los famosos Toyotas? ¿Con qué finalidad se lo dejó crecer?
     ¿Por qué se involucró Francia en el derribo de Gadafi y después en la intentona de repetir la misma jugada en Siria? ¿Por qué diablos se oyó decir a un ministro francés que ciertos extremistas estaban haciendo un “buen trabajo” en Siria? ¿Es verdad que Francia hizo un gran negocio vendiendo armas destinadas al Estado Islámico? De ser así, ¿se puede saber qué particulares se llenaron los bolsillos?
    Ya que todo está cambiando tras el acuerdo con Irán y la entrada en escena de Putin, ¿varió en algo la posición de Francia con respecto a los elementos anti Bacher el Assad, gentes del Estado Islámico incluidas, en los tiempos inmediatamente precedentes a los salvajes atentados de París?
    Para nada está claro que al Estado Islámico le conviniese perpetrar los atentados en estos momentos. ¿Por qué se ha expuesto a un ataque conjunto de todos contra él, arruinando parte la retaguardia de un buen número de sus militantes? ¿Estamos  ante venganza motivada por un cambio de posición,  o ante un chantaje a la desesperada, o ante las dos cosas juntas?  Queremos saber, conscientes de que no habrá una política terrorista digna de tal nombre mientras un tupido velo nos oculte los temas capitales.

martes, 17 de noviembre de 2015

13-N: LA SALVAJADA DE PARÍS

    La lógica de la atrocidad se ha cobrado en París un número sobrecogedor de víctimas mortales y  heridos. El presidente Hollande ha declarado al país en estado de guerra, ha impuesto un estado de excepción y propone una reforma constitucional. También se ha comprometido a acabar con el Isis, cuyo reconocimiento de la autoría está fuera de duda. Y lo primero que ha hecho es lanzar un ataque contra la ciudad siria de Raqqa, un bastión del Isis (o  Daesh, Estado Islámico…). Todo ello contando con la comprensión de las cancillerías occidentales y sin cuestionar ni lo más mínimo las aventuras militares de Francia en países remotos, como tampoco las relaciones de causa-efecto, temas antipatrióticos de por sí. 
    Es inevitable experimentar una sensación de déjà vu.  Hollande se atiene al guión que conocemos desde los atentados del 11-S. Recorte de las libertades en nombre de la seguridad nacional y acción militar en el exterior. De donde se sigue que al dolor por las víctimas debemos sumar el dolor por el curso de los acontecimientos. 
     En opinión de los expertos el problema planteado por el terrorismo del Isis no se puede resolver por medios  exclusivamente militares y policiales. Estoy de acuerdo. Es más,  creo que es de vital importancia para la salvación de nuestras sociedades relativamente abiertas evitar la menor participación en la lógica de la atrocidad que nos ha metido en este callejón sin salida. No se puede emplear impunemente esta lógica, ni siquiera para acabar con el Isis, fruto amargo  él mismo de su empleo por parte de las potencias occidentales. 
     Tomemos el caso de Raqqa. No sé si sus doscientos mil habitantes eran felices bajo el régimen de Bachar el Assad.  Solo sé que cayeron bajo la férula del Isis hace casi dos años (a saber por culpa de quién) y que han sido bombardeados en diversas ocasiones por sus oponentes, últimamente por los rusos y ahora por los franceses (20 bombas la noche del domingo pasado, según la CNN). Solo puedo ver en todo ello motivos de indecible sufrimiento.  ¿Cuántos se han visto obligados a huir, cuántos a coexistir con los bárbaros del Isis? ¿Cuántos han muerto a manos de estos? ¿Cuántos engrosan ahora la lista de las “víctimas colaterales”?
     Aquí lo grave es que el valor del ser humano se ha venido abajo y lo gravísimo no es que unos terroristas enloquecidos nos lo lancen a la cara de la manera más brutal un viernes por la noche; lo gravísimo es que los responsables del orden planetario operan sobre idéntica inmoralidad, como acreditan los bombardeos de ciudades y de países enteros en aras de  intereses indeciblemente rastreros. Para vencer al terrorismo, no nos quepa duda, lo primero es renunciar de plano a la lógica de la atrocidad, única manera de acceder a la autoridad moral y de ganar en poder de convicción. Si no se restablece el valor del ser humano, no hay nada que hacer, salvo hundirnos todos juntos en la pura barbarie.