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sábado, 3 de septiembre de 2011

LA REFORMA CONSTITUCIONAL


     Acabamos de asistir a un espectáculo vergonzoso, a un trágala, a una cacicada, a un pacto del capó.  ¿Con que éstas tenemos? ¡Modificar la Constitución que nos dimos en 1978 con el exclusivo propósito de dar satisfacción a unos chantajistas que para nada tienen en cuenta nuestros intereses!  
    No tengo palabras para decir lo que siento.  Si ya estaba indignado, ahora lo estoy mucho más, y también alarmado, porque el daño ya está hecho,  con una tremenda pérdida de legitimidad. 
   Me pregunto de dónde han sacado los responsables de esta jugada la  creencia infantil de que los chantajistas van a agradecer el favor. Aprobar semejante modificación del texto constitucional equivale a proclamar a los cuatro vientos que los españoles estamos decididos a ahogarnos en la miseria antes de ponerles el más pequeño límite.  En lugar de contenerse, los chantajistas se crecerán, ya advertidos de que, aparte de rendirnos, no sabemos hacer nada de nada.
    Pedir una democracia real ya es, salta a la vista, una cuestión de supervivencia.
    

miércoles, 15 de junio de 2011

¿CUÁNTO DURARÁ EL BUEN ROLLO?


      Desde la Transición hasta la fecha, descontadas las excepciones –el tono de  reyerta de los "debates" parlamentarios y la bilis negra de ciertos medios de comunicación–, el buen rollo se ha establecido entre nosotros. Formamos parte de un pueblo experimentado y escarmentado, que sabe lo que se juega y que por nada del mundo quiere volver a las andadas. De  ahí que el movimiento de indignación se haya caracterizado por eso, por el buen rollo, por las buenas maneras, mucho mejores que las de ciertos elementos de la élite política y empresarial que han sido los primeros en sembrar vientos sin pensar en las tempestades. Si indignación y civismo pueden ir de la mano, este movimiento lo ha demostrado hasta la fecha de manera elocuente, en grado insuperable.
    Pero la gran pregunta es cuánto durará el buen rollo. Como ya he dicho alguna vez, la responsabilidad por lo que pueda ocurrir no depende solamente de los indignados. ¿Ha sido capaz el poder establecido de responder a las demandas, de hacerse cargo de los problemas planteados?
     A los indignados les ha sido dada la callada por respuesta. Y esto, obviamente, no ha calmado los ánimos.  Todo lo contrario. La clase política ha hecho las cosas tan mal que Cayo Lara, contra toda lógica, fue rociado con agua e insultos en Tetuán, donde se manifestaba, como un indignado más, para evitar un desahucio. Hay gente tan indignada que no traga a ningún  político,  o no se entiende el mal rato que le hicieron pasar. 
    La mano dura del catalán Puig sólo podía servir para elevar el grado de indignación, como estamos comprobando en estos momentos.  Si al final el poder  apela al “uso legítimo de la fuerza”, como amenaza Mas, en estos momentos respaldado desde Madrid, el buen rollo se podrá dar por terminado, si es que no debemos darlo por ya finiquitado, a la vista de los heridos de las últimas horas.
     El ninguneo y el maltrato darán la razón a los elementos más radicalizados del movimiento, hasta la fecha atados en corto desde dentro. Y en el supuesto  de que éste consiga que la indignación no se salga de madre, pueden surgir otros problemas clásicos.  Me refiero a la aparición de los provocadores de pago,  llamados a actuar con el fin de justificar el “uso legítimo de la fuerza”. No sería la primera vez que sucede. Y también, desde luego, hay que contar con los provocadores de extrema derecha. En Barcelona han sido detectados varios personajes que dan mucho que pensar.
     Ya ha dado comienzo es la descalificación del movimiento, que si huele a porro, que si no se atiene a la ley, que si ocupa espacios públicos, que no respeta a los parlamentarios democráticamente elegidos, que si holgazanes, que si mastuerzos, que si cuatro gatos, etc.  Naturalmente, con estas cominerías, con estos golpes bajos, no se va a ninguna parte. La indignación está más que justificada y esto lo sabemos todos, no sólo los cinco millones de parados, siendo obvio que la legitimidad democrática  no se puede usar indefinidamente para pisotear en bien común. ¿Por qué creemos que los indignados catalanes se han manifestado ante el parlamento autonómico, algunos de ellos ya airados? Por los recortes sociales que figuran en la agenda política oficial, no por capricho, no por capricho, no por capricho...
     

martes, 31 de mayo de 2011

A PROPÓSITO DE LA SPANISH REVOLUTION


     El poder establecido se ha sentado a esperar que el movimiento del 15M se extinga por sí mismo, cosa que –lo presiento– no va a ocurrir. 
    El impresentable señor Puig ha puesto de manifiesto que contra las gentes de paz provistas de razón, poco se puede hacer por las malas sin quedar como una bestia y empeorar el cuadro. En cuanto a las críticos de pago que tratan de minimizar el movimiento o desacreditarlo, están quedando a la altura del betún. Tal es el caso del señor Pío Moa, que declara ser partidario de acabar con las asambleas por la fuerza, incluso al precio de causar muertos, lo que equivale a un autorretrato paranoico. El cardenal Rouco nos explica que los acampados en la puerta del Sol tienen problemas en el alma, otro autorretrato, bien que de tipo clásico.
    Yo creo que habrá un antes y un después del 15m, y que nuestra democracia se juega muchas cosas de aquí en adelante, como se las juega el proyecto europeo. 
    Ya sabemos lo que ha sucedido en el norte de África. La  “primavera árabe” ha pedido fuelle, no por un desfallecimiento de su vanguardia sino por el genio maligno del poder establecido. En aquellas tierras se dispara contra la gente desarmada, se infiltran provocadores, se tortura en las dependencias policiales, se corta la luz, se identifica a las voces críticas por el simple procedimiento de seguirles la pista por Internet (un arma de doble filo como algunos han descubierto de la noche a la mañana). 
    Los indignados españoles y europeos están llamados a actuar en otro contexto, más suave, y esto se puede decir a pesar de la actuación del señor Puig y de que Sarkozy no dudase en dispersar a los reunidos en la Bastilla con gases lacrimógenos. Lo que no sabemos es cuál será la evolución de los acontecimientos. Si la única respuesta es  una altiva indiferencia, a buen seguro la indignación irá en aumento, con la consiguiente interconexión de los indignados europeos, ya en trance de materializarse.
    No basta con que el poder establecido se abstenga de dar palos. Tiene que prestar atención, tiene que oír y, sobre todo, debe rectificar. No miles sino millones de europeos, y no precisamente indoctos, han pedido la paciencia después de mucho estudiar, de mucho trabajar y de mucho buscar trabajo.  Tomar a guasa sus reivindicaciones, pretender engañarlos, sería una insensatez y una prueba de que el poder atonta.