Hoy, 12 de octubre, se conmemora el centenario del nacimiento de
Dionisio Ridruejo (Burgo de Osma, 1912-Madrid, 1975). Aún me duele su ausencia,
aún me pregunto qué pensaría él de esto o de lo otro, de lo que me pasa a mí, y
de lo que nos pasa. Y cosa extraña, ahora que me acerco a la edad en que él
murió, constato que su figura, lejos de empequeñecerse, se ha ido agrandando en
mi memoria.
Estoy
a la espera de que salga la reedición corregida y aumentada de mi libro Dionisio Ridruejo, poeta y político. Relato
de una existencia auténtica, que estará disponible muy pronto (RBA). Allí
cuento su vida, una vida digna de ser contada, y a la que habrá que regresar
muchas veces para tratar de entenderle no sólo a él sino también al tiempo que
le tocó vivir, sobre el que todavía proyectamos un viejo esquema maniqueo del
que más nos vale escapar. A ese libro remito al lector interesado, pues su vida
no cabe en un post… Mi visión más intimista se encuentra en “El yo misterioso de
Dionisio Ridruejo” (https://tribunahumanistablog.wordpress.com/2020/12/19/el-yo-misterioso-de-dionisio-ridruejo-3/).
Hoy,
brevemente, y a manera de homenaje, quisiera tener un emocionado recuerdo para
todo lo que él hizo con el sostenido propósito de cancelar la lógica fatal de 1936.
De un modo o de otro, todos los demócratas estamos en deuda con él, por su
abnegación y por su lucidez.
Y también quiero tener un recuerdo para su definición política de
madurez. Él se definía como “neosocialista”, es decir, como socialista liberal, no
marxista, o como “socialdemócrata”. Y es que no había renunciado a la meta
última de la revolución: la sociedad sin clases. Ya de vuelta de cualquier veleidad mesiánica, era una meta a
alcanzar por vía democrática, como resultado de un esfuerzo colectivo. Es lo que me enseñó.
Ya
sé que mis contemporáneos, al oír que era un “socialdemócrata”, lo imaginarán
de la hechura de un Schröder, de un Blair o de un Rodríguez Zapatero. Y no. Era
de otra madera, dicho sea sin ánimo
de ofender a nadie. No era lo que se entiende por un iluso, pero de
acomodaticio no tenía un pelo. Ridruejo quería “socializar la riqueza”, como me
dijo reiteradamente, saliendo al paso de mis dudas e inquietudes. Primero, la
democratización, y luego a trabajar con ese deseo entre pecho y espalda.
En su
representación del futuro próximo, se veía en el centro-izquierda, entre un PSOE
todavía marxista y una democracia cristiana de amplia base. Le parecía de vital
importancia situarse entre ambas fuerzas, con la idea de impedir que izquierda
y derecha chocasen como ciegas placas tectónicas.
Como todo el
sistema se ha desplazado espectacularmente hacia la derecha, hoy le veríamos a
la izquierda… No sé qué nos diría, pero creo que sus lecciones políticas y vitales merecen un buen repaso precisamente ahora, cuando nos toca unir voluntades diversas con el superior objetivo de poner fin a la dictadura neoliberal, aparentemente tan imbatible como lo fue el franquismo en su tiempo.