Mi post anterior ha merecido un
comentario valioso, en el que toma
cuerpo el muy llamativo malestar que Unidos Podemos suscita en personas ilustradas y desprovistas de resortes
reaccionarios.
Se comprende que Unidos Podemos irrite a la clase bienpensante, a sus
oponentes directos, a la derecha, a los intelectuales orgánicos del sistema,
pero este malestar al que ahora me refiero se presenta bajo supuestos muy distintos. Yo mismo lo
padezco, a veces en forma de síndrome alérgico. Las llamadas de atención y
malignidades que figuran en el comentario de mi amigo Juan Ignacio no me son
ajenas. Yo también estoy preocupado por el curso de los acontecimientos.
Me gustaría estar entusiasmado
con Unidos Podemos y no lo estoy. Lo que se explica así, en plan sincero: no soy persona proclive
al entusiasmo político (en grado de defecto, no de virtud) y, por otra parte, se me atraganta el lenguaje posmoderno,
lo de arriba, abajo, la transversalidad, la centralidad y demás; se me
atraganta el tufo a Laclau y, sobre todo, el dicho de que la dialéctica
izquierda/derecha ha sido superada, cosa que no creo y que considero insana desde
el punto de vista democrático (no veo funcionalidad posible si se niega el
espacio del otro al tiempo que se reniega del propio). Se me atraganta la manía
de descalificar la Transición, como también el reiterado propósito de ir a un
período constituyente (del que podría salir una Constitución peor que la de
1978).
Ahora bien, he aquí lo más interesante: tales atragantamientos no me
precipitan en los brazos de las fuerzas que se oponen a Unidos Podemos. Y esto
porque considero a estas fuerzas responsables de la desdichada situación en que nos vemos
inmersos –responsables aquí y en Europa– y porque, además, las veo necesitadas
de una oposición clara y distinta. Sin ese obstáculo llamado Podemos, tanto el
PP como el PSOE habrían ido ya bastante más lejos por el camino neoliberal que
tienen marcado. Sonará raro, pero creo que, de no mediar Unidos Podemos,
perderían la razón.
Yo puedo poner tales o cuales pegas, encontrar pelos en la sopa, padecer
alergias y hasta paranoias, pero no puedo ignorar las trascendentales funciones
de esta nueva formación. Aparte de poner límites a las fuerzas hasta ayer mismo
hegemónicas, Unidos Podemos desempeña otras dos funciones: la de representar a
las víctimas de las políticas de tales fuerzas y la de ofrecer una oposición
seria a la barbarie neoliberal.
Habrá quien crea que no hay tal
barbarie, que estamos en estupendas manos, pero me será permitido que yo
agradezca que Unidos Podemos se haya hecho con algunos medios para hacer algo
al respecto. El neoliberalismo necesita topar con un límite, o nos destruirá a
nosotros y al entero planeta, y no se puede tener a tantas víctimas fuera del sistema
político sin perder hasta la última miajita de legitimidad, algo que ninguna
sociedad sensata se puede permitir.
Se
puede uno poner de los nervios ante la evidencia de que Unidos Podemos se
presenta como socialdemócrata mientras tiene en la trastienda corrientes
comunistas y anticapitalistas. ¿Pura confusión? ¿Una tenebrosa duplicidad? Hay
opiniones para todos los gustos. Yo creo que Unidos Podemos es en las actuales
circunstancias una fuerza socialdemócrata, como dice Pablo Iglesias. En el encuadre
cultural e histórico en que nos movemos, es de rigor, el término medio virtuoso
que ni siquiera ha sido necesario inventar, el encuadre en el que converge el
grueso de la izquierda.
Con la particularidad de que, justo por tener en la trastienda dichas corrientes anticapitalistas,
no precisamente estúpidas, a Unidos Podemos no le queda otra que ser socialdemócrata
de verdad. O no podría mantenerse
sobre sus pies, ni tampoco cumplir ninguna de las funciones que le
atribuyo. ¿Podría cumplirlas desde la marginalidad? No. ¿Y desde la simple
acomodación al modo característico del PSOE? Pues tampoco. Y por cierto que esa
pluralidad de fondo no es necesariamente mala. La pluralidad es prácticamente
el único antídoto que se conoce contra el dogmatismo y la autocomplacencia. Nos
hemos acostumbrado a que los partidos se produzcan como un solo hombre, pero no
le veo ni la gracia ni la utilidad. (He vuelto a leer el comentario de Juan
Ignacio y constato solo le he respondido a medias.)