Mientras se perpetran “los
recortes” de menos a más en perjuicio de la gente, van
saliendo a la luz diversas historias de pícaros y de amigos lo ajeno protagonizadas por personalidades
que pertenecen a la trama del poder.
Para
mí, como para cualquiera que tenga que sudar por unos euros en condiciones de
precariedad tercermundista, las cantidades distraídas, sustraídas, movidas o
regurgitadas son alucinantes, por no hablar de lo fáciles y poco sofisticadas
que han sido las operaciones, realizadas bajo las mismas barbas de las
autoridades.
Policías, fiscales, jueces y periodistas se ven obligados a hacer horas
extras. Los escándalos se suceden, cada vez con nuevos personajes bajo
sospecha. Unos casos tapan a los otros, o los potencian, dejando entrever redes
mafiosas de diversos tamaños. Aunque cualquier intento de estar al día causa
dolor de cabeza, las historias son seguidas con un regusto perverso, como si
cada filtración sumarial tuviese el sentido de una represalia.
El
horizonte se ennegrece. Pues seguirán los recortes y aparecerán más trapos
sucios, más asquerosos cuanto mayores sean los sufrimientos de la gente. Hasta
que la cosa reviente por alguna parte, antes de que los jueces hayan culminado
los laboriosos procesos que se traen entre manos. Judicialmente, esto va para
largo, por la propia naturaleza de la justicia y por los obstáculos
que generan los peces gordos cuando se ven acorralados.
El cuadro se ha complicado hasta extremos grotescos porque aquí nadie ha
asumido lo que se entiende por responsabilidades
políticas, quizá porque no hay nadie que entienda de ellas ni lo más
mínimo. Sospechosos, pringados y cómplices se han puesto de acuerdo en que lo
mejor es una bravísima huída hacia delante, sin mirar atrás ni a los lados.
En
el caso del PP esto es especialmente grave, por cuanto opera en función de su
mayoría absoluta. Se lo ve decidido a continuar con su plan de recortes y
medidas retrógradas, como si tal cosa fuese posible cuando se va con el
depósito de autoridad moral completamente vacío. ¿Puede el país
vivir así?
El PP confía –al parecer– en que los
procesos se alargarán indefinidamente, en la aparición de algún cabeza de
turco, en algún tropiezo legal como el que salvó a Naseiro, o en el hallazgo de
trapos sucios, como los de CIU, en el campo de la oposición. Pero, ay amigos,
no nos puede pedir que entremos en ese juego, pues nos estamos jugando la
supervivencia. Y porque además no necesitamos esperar a que los jueces terminen
de depurar las responsabilidades concretas y particulares de tales o cuales
sospechosos. Porque ya sabemos lo que debemos saber, porque ya hemos tomado
nota, porque ya hemos captado lo que todos estos casos, no sólo los que afectan
directamente al PP, tienen en común,
empezando por el desprecio del interés general.
Ha
resultado que los mismos que aspiran a convertir nuestro Estado en un Estado
mínimo son unos auténticos profesionales en el arte de meter mano a los dineros
del contribuyente y de emplear sus resortes para ganar más dinero, ha resultado
que los mismos que reclaman austeridad y nos acusan de haber vivido por encima
de nuestras posibilidades, llevan muchos años de juerga.
Aquí lo
grave no es que tal o cual haya hecho esto o lo otro, sino la mentalidad que ha hecho posible estos enjuagues y compadreos,
tan inocentes ellos. Y nada de esto nos pilla desprevenidos porque sabemos
qué tipo de chorizos hay allende nuestras fronteras, porque nos conocemos de
memoria la historia de las cajas de ahorros norteamericanas, porque hemos
estudiado el caso Enron, porque sabemos que chorizos hay hasta en el Vaticano. Todo resultado de la misma mentalidad
neoliberal, cuyas horas están contadas, en el mundo entero, pero también aquí.
Bien entendido que nos espera un tramo largo y sumamente avieso.