El caso de Evángelos Venizelos me da mucho que pensar. Primero, ministro de Defensa, luego
ministro de Hacienda… y ahora nuevo presidente del PASOK, el partido socialista
griego, fundado en 1974 por Andreas Papandreu.
Se dice que Venizelos ha sido elegido democráticamente por los
militantes de dicho partido, pero no cabe pasar por alto que era el único
candidato, y así cualquiera. Lo que yo no consigo entender es que precisamente
haya alcanzado la presidencia del partido el hombre a quien todos hemos visto
rendir pleitesía al Comité del Dolor. Sólo un 16 por ciento de los griegos se
fían a estas alturas del PASOK, lo
que es muy comprensible si se atiende a su comportamiento objetivo. No sé que
esperan las cabezas pensantes del PASOK del señor Venizelos, que ya ha dado de
sí todo lo que cabe esperar de él y de esa forma de entender la “responsabilidad”
que ya se comió todo el prestigio del infortunado Yorgos Papandreu. Políticamente hablando, Venizelos es un cadáver, por muy alta estima que merezca a los chamuscados líderes de su partido y a los compadres de Bruselas.
El
caso me preocupa porque, como ha he dicho alguna vez, esta crisis se está
comiendo a los partidos con responsabilidades de gobierno –y al entero sistema
político– sin que me haya sido posible detectar el menor gesto defensivo por
parte de dichas cabezas pensantes, pendientes de sus propios asuntos y
extrañamente insensibles a las necesidades de sus votantes.
El encumbramiento de Venizelos a la presidencia del PASOK constituye una invitación a la automática radicalización de la izquierda, porque sólo los despistados y los desmemoriados se creerán sus guiños a la socialdemocracia, todos ellos indignos de crédito. Y recuérdese que la colaboración de la derecha con fuerzas transnacionales representa una invitación al extremismo por el lado contrario. Nos encontramos ante una crisis de representación, de curso inquietante. Ojalá me equivoque.
El encumbramiento de Venizelos a la presidencia del PASOK constituye una invitación a la automática radicalización de la izquierda, porque sólo los despistados y los desmemoriados se creerán sus guiños a la socialdemocracia, todos ellos indignos de crédito. Y recuérdese que la colaboración de la derecha con fuerzas transnacionales representa una invitación al extremismo por el lado contrario. Nos encontramos ante una crisis de representación, de curso inquietante. Ojalá me equivoque.