La confusión que reina en esta fase preelectoral es más aparente que
real: prestidigitaciones aparte, nos
movemos entre dos opciones incompatibles, la neoliberal y su contraria.
Los principales partidos en liza se las dan ahora de centristas y hasta
parece que hay una aglomeración en ese espacio. Pero mejor no llamarse a engaño. Donde ahora se alza el gran teatro de la mendacidad habrá pronto un
socavón. Los votantes que se dejen llevar por las apariencias se verán pasado
mañana sin representación. La incompatibilidad de las dos opciones en juego es brutal y no tardará
en saltarnos a la cara.
La
crisis de UPyD es un síntoma clarísimo del vaciado del centro, de su creciente impotencia, causada, en último análisis, por la polarización de los espíritus hacia los extremos. En el sistema hasta ayer mismo existente y a pesar de su expreso
deseo de corregir los excesos del ordenamiento territorial, el partido
encabezado por Rosa Díaz llegó a convertirse en el partido de centro por antonomasia. Desde ese emplazamiento trabajó denodadamente en proyectos de intención progresista, de cuyo
sentido y valor no cabe dudar. Si no hubieran ido a morir bajo el rodillo del PP, serían mejor conocidos y agradecidos. Ahora bien, si ya era difícil
que se tuviera la percepción de que seguía donde estaba tras su instintiva e
histérica coincidencia con el PSOE y el PP en los modos y razones empleados
para descalificar a Podemos, lo que ocurrió después fue, a mi juicio, decisivo
desde la óptica de la calle.
UPyD vino a redefinir involuntariamente su colocación en
el espacio político por culpa de la aproximación de algunos de sus componentes de peso a
la órbita de Ciudadanos. Atentos
al emergente Rivera, deseosos de un pacto, estos tránsfugas nos revelaron a
posteriori que UPyD había sido una
formación trufada de a sujetos afines a la derecha neoliberal, poco
comprometidos con las ideas decían defender bajo la batuta de Rosa Díez (de
suyo antipática desde la óptica de los tiburones del establishment y, por lo mismo, un obstáculo para la motorización de
los oportunistas).
Caso
ejemplar el del eurodiputado margenta Sosa Wagner, empeñado en votar al descentrado
señor Juncker y el primero en reclamar públicamente una aproximación a
Ciudadanos, necesaria, explicó, para hacer frente al “peligro” representado por
Podemos… lo que en los tiempos que corren carece de connotaciones centristas,
por tenerlas simplemente derechistas.
El programa económico de UPyD es socialdemócrata, el de
Ciudadanos neoliberal. ¿Pelillos a la mar? ¡Pues no, señor Sosa Wagner, por muy
sobado que esté en término socialdemocracia! ¿Acaso no se encontraba UPyD más cerca de la
izquierda en general que de lo que hay del otro lado de la tierra de nadie que
se ha formado bajo sus pies? Si en su crisis se venciese hacia la derecha sería
de lo más patético, una confirmación de que es lo que suele suceder.
El drama de UPyD es el drama del centro
político en este país, una señal de que los tiempos han cambiado. Recuerdo
que Fernando Savater proclamó que UPyD se disponía a hacer valer “lo mejor de
la izquierda y de la derecha”, lo que en la práctica ha conducido, como era de
temer, a una burda contradicción, desconcertante de puertas para dentro y de
puertas para afuera, casi letal en estos tiempos de confrontación. De ahí la
crisis interna y el desconcierto de sus votantes.
A
todo esto, la progresión del partido de Albert Rivera no tiene nada de
sorprendente. Este partido atrápalo-todo ha demostrado, según las encuestas,
una notable capacidad para atraer a votantes indignados de variada procedencia.
Si se demostró que había poquísimo
espacio para una formación como VOX a la derecha del PP, por el otro costado había mucho terreno a
disposición de cualquiera. Metido en sus asuntos y de espaldas al
común de los mortales, el PP descolonizó ese terreno despreocupadamente, dejando en el aire a
quienes creyeron que en su día había virado hacia el centro.
El partido de Rivera se presenta como una formación laica, de buenas intenciones
sociales, progresista… ¿Por fin la famosa “derecha moderna” que se ha echado en
falta en este país, la que el PP pudo encarnar y no quiso? Quizá, pero a
destiempo. Ciudadanos hace acto de presencia en el tablero electoral justo cuando la
derecha reinante fuera de nuestras fronteras, su aliada natural, ha pasado de moderna a completamente retrógrada. Su destino no es otro que ser abducido por este gigante y así terminará lo que ahora parece tener un plumaje propio.
En
términos convencionales, podría decirse que Ciudadanos es un partido de
centro-derecha, pero no en la actualidad. Es de derechas a secas, como el PP, aunque carezca de la carga neoconservadora de éste. Y es muy
natural que le guste a la señora Esperanza Aguirre, y al entero establishment, que sabe que lo tendrá de
su parte, a partir un piñón con el PP
si la situación lo demanda. Hasta es
posible que en las altas esferas se atribuya a Rivera, falto de compromisos con
los cacicatos establecidos, mayor desenvoltura a la hora de aplicar sus recetas
y los “nuevos ajustes” reclamados por Bruselas.
En fin, con un estilo o
con otro, PP y Ciudadanos juegan en el mismo equipo, con los mismos economistas
de cabecera, con la misma entrega servil a lo que hay. Que uno se obsesione con
el aborto y el otro no, es cuestión muy secundaria. Vamos a lo serio: ¿se imagina
alguien a Ciudadanos eliminando el odioso artículo 135 de la Constitución, o rechazando de plano la parte vomitiva
del Tratado de Libre Comercio e Inversión entre la UE y EE UU?
Del PP, el macizo de la derecha española, poco hay que decir. Ahora, a
buenas horas, se empeña en recuperar el famoso centro, en ocultar su
neoconservadurismo, en callar sus devociones neoliberales, en esconder a Wert, en
remar en el Retiro, en hacernos olvidar su proyectada ley antiabortista, en dar
marcha atrás a las tasas judiciales, en disimular su piel de reptil, en vocear
éxitos minúsculos como si fueran enormes, en mostrarse cómodo en mangas de
camisa y sin corbata, en ocultar sus vergüenzas, en marearnos con cifras, en
gustarse a sí mismo en plan Louise Hay/Arriola. Desde las altas esferas
planetarias le han dado una tregua, le felicitan, no le recriminan sus gestos de
intención social hechos a última hora y a la desesperada (ya le exigirán nuevos
“ajustes” pasado mañana).
Según las encuestas, el PP perderá
su mayoría absoluta. Como esta se le subió a la cabeza, no sabemos cuánto
tiempo le llevará recuperar la cordura y los buenos modales. Lo único seguro es
que el PP seguirá siendo tan neoliberal y neoconservador como hasta la fecha, perrunamente
fiel a los amos de por aquí y de
por allá.
El votante de derechas sabe muy lo que se puede esperar. El PP le ofrece más de lo mismo. Y Ciudadanos más lo mismo con un líder novedoso, joven, descargado de culpas y compromisos ancestrales, de quien cabe esperar algunas originalidades, como la suspensión del AVE o la legalización de la prostitución. Ambas formaciones son neoliberales, y a quien le guste esta repulsiva y chapucera doctrina de la oligarquía nacional y transnacional, no tendrá ocasión de equivocarse… Puede estar seguro, además, de que el PP y Ciudadanos, unidos por una visión similar de la organización territorial de este país y por el catecismo neoliberal, se entenderán a la hora de la verdad. Y por cierto que el despistado que los tome por centristas acabará perdido en la niebla ni se sabe por cuánto tiempo, hasta que la sensación de haber sido timado le provoque un desagradable despertar.
El votante de derechas sabe muy lo que se puede esperar. El PP le ofrece más de lo mismo. Y Ciudadanos más lo mismo con un líder novedoso, joven, descargado de culpas y compromisos ancestrales, de quien cabe esperar algunas originalidades, como la suspensión del AVE o la legalización de la prostitución. Ambas formaciones son neoliberales, y a quien le guste esta repulsiva y chapucera doctrina de la oligarquía nacional y transnacional, no tendrá ocasión de equivocarse… Puede estar seguro, además, de que el PP y Ciudadanos, unidos por una visión similar de la organización territorial de este país y por el catecismo neoliberal, se entenderán a la hora de la verdad. Y por cierto que el despistado que los tome por centristas acabará perdido en la niebla ni se sabe por cuánto tiempo, hasta que la sensación de haber sido timado le provoque un desagradable despertar.