A Cayo Lara le desagrada que Podemos haga gala de ambigüedad en lo tocante a su posición en el espectro político. Pablo Iglesias ha dicho que su ADN personal es de izquierdas, pero no lo hace extensivo a Podemos. El nuevo partido pretende trascender la dialéctica/izquierda derecha, un enfoque trasnochado según nos cuentan. Hay al respecto una diferencia significativa entre IU y Podemos.
Entiendo el recelo de Cayo Lara, y lo comparto. Norberto Bobbio decía, a mi juicio con razón, que un partido no puede ser a la vez de izquierdas y de derechas. Creo que en algún punto de su trayectoria Podemos se topará con esta evidencia insoslayable, en forma de crisis interna o de ataque exterior.
A mí no me gusta esta ambigüedad. Por razones teóricas y pedagógicas, pero también por los malos recuerdos que me vienen a la cabeza cuando alguien me suelta “no es de izquierdas ni de derechas”, por ser precisamente esta la fórmula de Hitler, de Franco y de José Antonio Primo de Rivera.
Con motivo del 15-M fui sorprendido por algunos jóvenes que no se sentían ni de derechas ni de izquierdas, nunca supe si por devociones posmodernas, por haberse tomado en serio lo del fin de la historia, o simplemente por tener asociada la izquierda al PSOE y la derecha al PP. En fin, me dije, da igual que el 15-M no se sitúe formalmente en la izquierda como movimiento de indignación, como expresión multitudinaria de una voluntad de cambio, expresión en la que caben las más distintas sensibilidades; además, no todos mis interlocutores andaban en las mismas. Pero el problema me lo platea Podemos como partido llamado a ocupar un sitio en el espacio político.
Detrás del lema “ni de izquierdas ni de derechas” siempre se agazapa, a juzgar por la experiencia, una oscura voluntad de hacerse con la hegemonía, una voluntad incompatible con una sociedad abierta y con un sistema de partidos variado y funcional. Es el lema que conduce a los sistemas de partido único. Con estas cosas no se juega, y más vale que Podemos se ande con cuidado, para no desbocarse y también para ejercer la función pedagógica que corresponde a la alta responsabilidad que va camino de asumir.
Claro que no es mi propósito prejuzgar a Podemos, todavía en fase de construcción. Sería injusto atribuirle las culpas de otros o embutirlo por anticipado en un esquema, como hacen sus enemigos. Además, reconocidas las preocupaciones precedentes, no dejo de dar vueltas al fenómeno, topándome con elementos de juicio que no se pueden pasar por alto en estos momentos de emergencia. Como observador estoy obligado a contemplar el cuadro desde todos los ángulos.
Por ejemplo, la ambigüedad que irrita a Cayo Lara y a mí tiene todas las trazas de obedecer a una toma de conciencia por parte de los dirigentes de Podemos en lo que se refiere a su electorado seguro y a su electorado potencial. Estaríamos ante un simple reajuste del lenguaje en función de los hábitos imperantes en esos segmentos, es decir, ante un caso de pragmatismo o de demagogia, según el observador, siendo obvio por lo demás que solo tendría derecho a protestar el no demagogo (espécimen desconocido en el juego político actual).
Los sinsabores electorales de IU parecen haber sido tomados como lección. Y el resultado es espectacular.
Sería absurdo pedirle a Podemos que actúe en función de un repertorio ideológico cerrado y coherente, pues es de sobra sabido que quien lo haga se quedará, urnas mediante, en un rincón. Como es sabido también que, para ganar unas elecciones, hay que conquistar a los votantes del centro, esos votantes que siempre se le han resistido a IU, los que “deciden” según los técnicos en la materia.
Todo indica que los dirigentes de Podemos aspiran a que sea lo que se entiende por un partido “atrápalo todo” (al precio de fastidiar a los puristas). ¿Tiene sentido reprochárselo? ¡Los dos partidos del turno con los que debe competir funcionan en ese registro y no serán vencidos por quien se abstenga de incurrir en esa estratagema tan vulgar como eficaz! ¿Acaso podríamos exigirles a unos estudiosos de la política que prescindan de su saber en aras de una pureza suicida?
Mucha gente que no se siente representada por la derecha no se atreve a declararse de izquierdas por razones históricas, siendo de lo más práctico prescindir de la etiqueta y dejar en segundo plano a los componentes de Izquierda Anticapitalista, obviamente inhabilitados para la conquista del centro. Como es práctico insistir en que aquí se enfrenta el pueblo contra la casta. Así planteadas las cosas, se pueden dejar en el armario los fantasmas evocados por la lucha de clases, sin incurrir en demagogia alguna porque no se engatusa a nadie. El enfrentamiento entre pueblo y casta extractiva es real, no un invento de ocasión.
Por lo demás, hay que tener en cuenta la pesada inercia histórica: de alguna manera este país sigue dividido en dos por la línea de separación marcada por la Guerra Civil. Y podría ocurrir que la ambigüedad de Podemos sirviese para desactivar los reflejos condicionados a la hora de votar. ¿Una listeza de Podemos, o una señal de que el tiempo no ha transcurrido en vano? Depende del punto de vista.
Es comprensible, por ejemplo, que los europarlamentarios de Izquierda Unida hayan abandonado el hemiciclo en protesta por la presencia del Papa en un espacio formalmente laico, pero también lo es que Pablo Iglesias se haya quedado y le haya aplaudido, celebrando su contundente declaración a favor de la justicia social. No veo en ello una listeza, ni tampoco una contradicción, sino una sensibilidad diferente, menos traumatizada por la acción eclesiástica directa, y bastante más recomendable que la rigidez habitual si de lo que se trata es de ganar elecciones y de sumar fuerzas contra la Bestia neoliberal, el enemigo común.