Tres profesores, Jesús Fernández Valverde,
Luis Garicano y Tano Santos ( Universidad de Pennsylvania,
London School of Economics y Universidad de Columbia respectivamente), acaban de publicar en El País un artículo titulado “No
queremos volver a la España de los 50”.
El diagnóstico que nos ofrecen es
digno de reflexión, pero la solución que se les ha
ocurrido me parece una locura. Escriben: “España debe decir un claro sí a
Europa, que es lo único que nos protege del peronismo empobrecedor [sic!], y
que estamos dispuestos a pagar el precio que esto acarrea. Para ello,
necesitamos urgentemente un nuevo gobierno, con apoyo de todos los partidos
mayoritarios y de nuestros expresidentes, compuesto por políticos competentes y
técnicos intachables con amplios conocimientos de su cartera.” Me parece una
locura, aunque Felipe González nos haya prescrito el mismo remedio. Rechazo de
plano un gobierno de concentración precisamente porque no quiero volver a los
años 50. .
Para empezar, me parece muy significativo que estos tres profesores, no
por casualidad de Economía, nos vean a punto de sucumbir ante un “peronismo
empobrecedor”. ¿Chocante, no? Al parecer, pretenden descalificar de antemano a
cualquier intento de poner coto al capitalismo salvaje por el simple
procedimiento de llamarlo “peronismo empobrecedor”. De paso, alzando la bandera de Europa, nos dan a entender
que debemos entender por Europa exactamente lo que entienden ellos y el señor
Mario Draghi.
Naturalmente, nos están proponiendo un gobierno de tecnócratas, pero,
como se deduce de todo ello, los tres vienen cargados de ideología, bien
que disimuladamente, como acostumbran ciertos economistas orgánicos.
Nuestros tres profesores no tienen el necesario recuerdo de lo que pasó
en este país cuando ciertos políticos inexpertos se volvieron locos con la idea de un gobierno
de concentración. Con la obsesión de descabalgar a Adolfo Suárez a punto
estuvieron de cargarse la democracia. No señor, nada de gobierno de
concentración. En este punto prefiero guiarme por el criterio de Manuel Fraga
Iribarne, el único peso pesado que no entró en el juego suicida de aquellos
tiempos.
Los españoles han elegido a Mariano Rajoy, y si éste no está a la altura
de las circunstancias, habrá que llamarlos a las urnas otra vez. Que esto tiene
sus riesgos, ya lo sabemos, pero, por favor, no ignoremos los riesgos, mucho
mayores, de meternos en pasteleos margen de la legalidad democrática. Ahora le
toca a Rajoy, lo haga así o asá. Lo que no se puede es pervertir a capricho el sistema que nos
dimos en 1978. Si lo que les interesa es imponernos un Monti, que lo digan. Yo
no lo quiero. No nos hemos dado una democracia para volver a los tiempos de
López Rodó. Si la legislatura no llega a término, elecciones generales.
El caso es que los tres profesores, no sabemos si por ingenuidad o con
segundas intenciones, dan por
seguro que a los españoles nos inspira una gran confianza un equipo formado por
supervivientes del proyecto de Rajoy y supervivientes de los equipos
anteriores, con algún elemento fósil de gran prestancia. Creen que, si nos
fuera dado contemplar lo bien que van del brazo González y Aznar, Solchaga y Rato, Leire Pajín y Dolores
de Cospedal, íbamos a juntar filas
con entusiasmo, decididos al sacrificio. Ojo, señores, mucho ojo: Ya se ha oído
eso de “ni PSOE ni PP”, no se les olvide, porque un combinado así sería mortal
de necesidad para nuestra democracia.