A
la salida de foro Ambrosetti, celebrado en la ciudad italiana de Cernobbio,
Monti y Van Rompuy se han mostrado decididos a emprender una campaña de altos
vuelos contra “el populismo”, entendido como un peligro para la Europa que
ellos nos quieren imponer.
Como es sabido, apelar a los peligros del “populismo” está de moda en
los cenáculos neoliberales. No hace mucho José María Aznar realizó una campaña
contra el populismo en tierras de Hispanoamérica, sin pensar ni poco ni mucho
en que su partido por algo se llama “popular”. Esa campaña figuraba, desde luego, en el guión neoliberal,
ahora recuperado por el foro Ambrosetti con la vista puesta en la desventurada
Europa. Se sobreentiende que populista es Hugo Chávez, y que es algo horrible,
irracional, con una incomprensible pulsión nacionalista. Monti y Van Rompuy se quieren curar en
salud.
Una de dos: o no entienden la oposición de los europeos a la
operación destructiva que ellos se traen entre manos, o la entienden pero han
optado por desacreditarla por el procedimiento de escupirle encima la palabra
“populista”. En el primer caso, estarían fuera de la realidad y en el segundo
serían unos malvados.
Lo
único claro es que la clase dirigente europea va a su bola, pendiente de sus patrocinadores y de espaldas a la
gente. De ahí que no se haya oído un solo mea culpa procedente de las altas
esferas, de ahí que no se haya hecho el más mínimo gesto de querer dialogar, de
ahí la manera dictatorial de la que hacen gala sistemáticamente los máximos
dirigentes europeos. Que nuestra Europa nada tiene que ver con su Europa
elitista es obvio, por lo que su campaña antipopulista será digna de verse. Imagino a sus expertos en mercadotecnia tratando de vendernos su modelo oligárquico y no sé si reír o llorar. Es muy difícil que el populismo se cargue a Europa, por no decir imposible: ya se la han cargado ellos.