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domingo, 9 de septiembre de 2012

MONTI Y VAN ROMPUY CONTRA EL “POPULISMO”


     A la salida de foro Ambrosetti, celebrado en la ciudad italiana de Cernobbio, Monti y Van Rompuy se han mostrado decididos a emprender una campaña de altos vuelos contra “el populismo”, entendido como un peligro para la Europa que ellos nos quieren imponer.
    Como es sabido, apelar a los peligros del “populismo” está de moda en los cenáculos neoliberales. No hace mucho José María Aznar realizó una campaña contra el populismo en tierras de Hispanoamérica, sin pensar ni poco ni mucho en que su partido por algo se llama “popular”.  Esa campaña figuraba, desde luego, en el guión neoliberal, ahora recuperado por el foro Ambrosetti con la vista puesta en la desventurada Europa. Se sobreentiende que populista es Hugo Chávez, y que es algo horrible, irracional, con una incomprensible pulsión nacionalista.  Monti y Van Rompuy se quieren curar en salud. 
     Una de dos: o no entienden la oposición de los europeos a la operación destructiva que ellos se traen entre manos, o la entienden pero han optado por desacreditarla por el procedimiento de escupirle encima la palabra “populista”. En el primer caso, estarían fuera de la realidad y en el segundo serían unos malvados. 
    Lo único claro es que la clase dirigente europea va a su bola, pendiente de sus patrocinadores y de espaldas a la gente. De ahí que no se haya oído un solo mea culpa procedente de las altas esferas, de ahí que no se haya hecho el más mínimo gesto de querer dialogar, de ahí la manera dictatorial de la que hacen gala sistemáticamente los máximos dirigentes europeos. Que nuestra Europa nada tiene que ver con su Europa elitista es obvio, por lo que su campaña antipopulista será digna de verse. Imagino a sus expertos en mercadotecnia tratando de vendernos su modelo oligárquico y no sé si reír o llorar. Es muy difícil que el populismo se cargue a Europa, por no decir imposible: ya se la han cargado ellos.
      

martes, 7 de febrero de 2012

CONTRA LA CULTURA DEL TRABAJO FIJO…


      El tecnócrata Mario Monti se ha dirigido a los jóvenes para hacerles saber que tener un trabajo fijo es un pasaporte a la monotonía, al aburrimiento. Se le han echado encima. ¡Con la que está cayendo!  ¡Mira que confundir precariedad laboral y delicioso ir y venir!
      La ministra de Interior, Ana María  Cancellieri,  ha salido en defensa de su jefe, declarando, ya en son de burla, que los italianos están “aferrados a un empleo fijo en la misma ciudad y cerca de mamá y papá”.  El dilema vital entre seguridad y libertad se las trae, en todos los órdenes y también en este.
     Claro que un trabajo fijo puede ser horroroso, y que uno puede acabar como Charlot en  “Tiempos modernos”, viendo la misma tuerca en todas partes, también en los botones de las señoras. El problema es que los discursos pedagógicos de Monti y Cancellieri llegan cuando la gente, víctima de la falta de trabajo o de la inseguridad laboral, no está para bromas, y menos por boca de personas que sin duda disfrutan pasando de una poltrona a otra.
     La denostada cultura del trabajo fijo no ha sido precisamente el resultado de un capricho. Porque no hay más que ver  cómo le va a la gente corriente cuando carece de él. Para hacer una apología del cambio, del trabajo a salto de mata, hacen falta otros pedagogos, y si ellos se empeñan en serlo, harían bien en aplicarse de inmediato a leerles la cartilla a los señores empresarios y a los banqueros.  Sólo en un mundo presidido por reglas justas y decentes podría celebrarse la cultura contraria, la de la movilidad. Ésta es impracticable  en estos tiempos, en los que, como es obvio, el pez grande se come al chico, empezando por el que va  pidiendo trabajo.
    En teoría, en la variedad está el gusto y puede ser estimulante  trabajar hoy en esto y mañana en aquello...   pero esto  sólo en un mundo en el que el trabajador, cualquier trabajador, se vea tratado con el debido respeto por su empleador y asistido por un Estado de servicios digno de tal nombre. En estos tiempos de indefensión, para muchos ya de zozobra y hasta de hambre, la falta de trabajo fijo es una maldición, y la invitación a disfrutar del trabajo precario resulta de pésimo gusto.
     Sospecho que ni Monti ni Cancellieri, encerrados en sus cenáculos, tienen ni la menor idea de a quiénes se dirigen. Si lo que están haciendo es una campaña de publicidad a favor del modelo neoliberal, me vería obligado a concluir que sus consejeros en la materia no están en sus cabales. En lugar de convencer, irritan.

lunes, 5 de diciembre de 2011

LOS SOLLOZOS DE ELSA FORNERO



    Sentada a la vera de Mario Monti, Elsa Fornero, ministra de Trabajo, se ha echado a llorar, incapaz de exponer los planes  que su jefe  tiene para los italianos.  Yo la comprendo, y le digo que sus lágrimas la honran.
   Lo único que no entiendo es que, con su sensibilidad, haya tomado plaza en ese gabinete surgido de un golpe de mano de los mercados contra la democracia italiana y, por extensión, contra la de todos nosotros. ¿Qué se podía esperar del señor Monti, el hombre de Goldman Sachs, salvo  una sucesión de salvajadas? No es que Europa corra peligro, es que ya se ha ido al carajo.
    Y motivos para llorar hay muchos.  Y no sólo para llorar de tristeza, sino también de rabia. Después de muchos años de soportar aquello de “¡la economía, estúpidos!”, después de oír que sólo los magos de la economía saben de qué va la cosa, resulta que nos han conducido hasta aquí, de donde sólo se pude “salir”con rumbo al infierno. Y resulta que esto mismo ya ha ocurrido en otras latitudes, y que no cabe ver en ello ninguna novedad. Lo único novedoso es que esto suceda en Europa, que de pronto pide auxilio al FMI, como si no se supiera a qué se dedica desde hace décadas.
    Ahora resulta que hasta el euro está en peligro. Me viene a la memoria que a Sadam Hussein le costó muy caro hablar de transferir sus divisas de dólares a euros, y recuerdo, como de pasada, que no fue una buena idea por parte de Gadafi la ilusión de crear una moneda africana sólidamente  anclada en el oro. No vaya a ser que los historiadores de mañana, si llega a haberlos, se vean obligados a contemplar la hipótesis de que  la basura financiera de la víspera, que todavía sigue dando vueltas, haya sido algo más que una locura y una colosal estafa.
    Por lo demás, doy por sentado que nos están empujando brutalmente hacia lo peor del siglo XIX,  hacia el capitalismo salvaje. Ya  va cobrando forma ante nuestros ojos, donde esperábamos cohesión social y progreso, una sociedad jerárquica, absolutamente retrógrada, de tipo medieval pero peor, por estar basada no  en la nobleza sino  en dinero –real o ficticio– y por estar caracterizada por no tener ni el menor asomo de lo que antes se llamaba temor de Dios. Aquí no hay ni justicia ni caridad, como cualquiera comprobar, y estamos ante el poder más cutre y mezquino de todos los tiempos.
    Y por eso son tan significativas las lágrimas de Elsa Fornero. Se acabaron las bromas. Ya sabemos adónde apuntan las deliberaciones a puerta cerrada, los actos extraparlamentarios, ya sabemos por qué se toman decisiones en domingo, por qué se escalonan las medidas, a todas luces indefinidas y siempre INSUFICIENTES. Y es que la lógica de los chantajes es esa precisamente.
    Todo está claro, la  estafa, el fraude, los embustes, todo. Y esto va muy rápido:  es obvio que Monti y los suyos –que los hay en todas partes– ya no tienen tiempo de maquillar sus salvajadas. Y es que la cosa se les ha ido de las manos, lo que es típico de los aprendices de brujo, de los déspotas y de los desequilibrados. De hecho, ya están dando lo que se dice un espectáculo. Y no lo digo por las lágrimas de Elsa Fornero: Si las personas decentes que ocupan cargos en Europa llorasen cuando se tiene que llorar, en lugar de sonreír neciamente, quizá estaríamos a tiempo para hacer algo.

lunes, 14 de noviembre de 2011

MARIO MONTI COMO DESGRACIA

   Ya es oficial: tras la dimisión de Berlusconi, llega Mario Monti, por lo que no tiene ningún sentido celebrar la caída del Cavaliere. Entiendo que la llegada de Monti al poder es una desgracia para Italia y para Europa. Porque a este señor no lo han elegido los italianos sino el mismísimo Comité del Dolor integrado por banqueros, financieros y grandes empresarios. Queda claro que este Comité   se ha apoderado del destino de Europa a mayor gloria de sus particulares intereses.
    Increíble pero cierto: Monti  ha declarado que pretende agotar la legislatura, y mantenerse en el poder, al frente de un gobierno de unidad, hasta el año 2013…  Los buenos europeos, que somos demócratas hasta los tuétanos, tenemos la obligación de denunciar este golpe de Estado de los mercados, el segundo, después del griego. Celebrarlo le convertiría  a uno en un colaboracionista, en un cómplice de la dictadura neoliberal. Así de claro.
     Ya no estamos ante un problema meramente económico, sino ante un drama político y moral.  Porque el  señor Monti, director europeo de la Comisión Trilateral, directivo del Club Bildelberg, asesor de la multinacional Coca-Cola, ha figurado hasta ayer mismo entre los altos ejecutivos de Goldman Sachs, el banco de inversión involucrado en el loco y tenebroso asunto de las hipotecas suprime. Pintarlo como simple tecnócrata es algo más que un abuso de confianza.