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lunes, 5 de abril de 2021

MÁS ALLÁ DE LA INDIGNACIÓN. HUMANISMO O BARBARIE

     Así se titula mi último libro (Prokomún-Mandala, 2021), donde quemo mis naves a conciencia. Habrá quien se enfade muchísimo por el contenido, a ratos purulento e hiriente, y por la forma, coloquial y desenvuelta, sin concesiones a la urbanidad académica. ¡Qué le vamos a hacer! A estas alturas poco me importan las consecuencias, quizá porque tuve un grave problema de salud. Habla o calla para siempre. 
    El libro se gestó al calor del 15-M, y se puede considerar una prolongación de ¡Indignaos! Un alegato contra la indiferencia y a favor de la insurrección pacífica, del nonagenario Stéphane Hessel.  Soy un indignado hesseliano, con la particularidad de que, más joven,  necesito hablar desde la perspectiva de mi generación, la de los nacidos en los años cincuenta del pasado siglo, y concretamente desde la óptica de una izquierda alérgica a los usos leninistas (una izquierda malamente acallada, sometida al constante fuego cruzado del establishment y de las gentes de formación comunista).
   Tanto los supervivientes de la generación de Hessel como los de la mía hemos sido testigos impotentes del giro a peor iniciado hace ya cuarenta y pico años, y nos creo en la obligación de informar a quienes vinieron después, que se han hecho mayores bajo el imperio del la religión política conocida bajo el equívoco nombre de neoliberalismo. 
    Todos nos vemos empujados a lo peor del siglo XIX y, de últimas, a la destrucción de la humanidad y el planeta. Y nos toca a los más viejos recordar que en nuestro tiempo había alternativas, por las que se luchó, y poner sobre la mesa que eso de que no las hay  es un mito idiota a medida de los intereses de dicha religión política. 
    Puede uno, por otra parte, celebrar los logros de esas dos generaciones, pero también está obligado a reconocer un enorme fracaso colectivo: fuimos incapaces de evitar la progresión de la revolución de los muy ricos, hoy dominante en todos los centros de poder. Y este fracaso nos une a los que han venido después, tan necesitados como nosotros de aprender de la dura experiencia.
    Medítese sobre ello: Según datos del CIS, el movimiento los indignados del 15-M llegó a contar con la simpatía del 75% de la población, y he aquí que el partido que se arrogó su representación, Unidas Podemos, ha ido a remeterse en el nicho electoral de la vieja Izquierda Unida, rondando ahora  el 10% en estimación de voto. El movimiento mismo parece haberse disipado. Esto mientras un montón de indignados se están pasando a los dominios de la ultraderecha, aquí como en todas partes. ¿Cabe imaginar un fracaso mayor? 
    Tanto la izquierda acomodaticia como la radical parecen haber perdido el norte precisamente en una situación que, en teoría, debería favorecer su crecimiento. ¿Por qué no suma? ¿Por qué se fragmenta? ¿Por qué pierde? 
    ¿Por qué algunos de sus representantes coquetean con el populismo de derechas, por qué otros siguen vanamente a la espera de que los del 99% se constituyan en un sujeto histórico capaz de hacer algo, no se sabe bien qué, contra el 1% a todas luces dominante? En el libro intento encontrar la respuesta a estos pesados interrogantes. 
    Encima, aunque tengamos muchísima prisa –el tiempo se acaba, el planeta no aguanta más–, antes de gritar '¡indignaos del mundo, uníos!' debemos aclararnos… ¿Bajo qué banderas tienen sentido la unión y la movilización general? ¡Uno no puede fiarse de cualquier indignado! ¡No vayamos a repetir viejos errores!
    Necesitamos una indignación ilustrada, imposible de manipular, imposible de volver contra nosotros mismos y capaz de sobreponerse a cualquier adversidad. Y para llegar a ella necesitamos las referencias históricas, antropológicas, filosóficas y morales que los acontecimientos y nuestra forma de mirar nos ocultan sistemáticamente. En este libro he procurado reunir esas referencias sin irme por las ramas. 
    Y es que ya no basta con tomar nota de los motivos de indignación, una tarea necesaria para no perder la conciencia, pero insuficiente si de lo que se trata es de salir del atolladero. Hay que ir a los problemas de fondo. Y es lo que he intentado en este libro con la debida temeridad, con la clara intención de romper con la mentalidad dominante. 
    A juzgar por el estado de los asuntos humanos y planetarios, nos veo ante una disyuntiva insoslayable: humanismo o barbarie. A primera vista, es fácil estar de acuerdo con el camino a tomar, pero haremos bien en preguntarnos por los fundamentos y los alcances de nuestra decisión. En este libro propongo un humanismo de último recurso, algo que no me atrevo a resumir en pocas líneas. 
    Mucho agradeceré a mis amigos  y lectores que hagan un poquito de publicidad a este libro precisamente, el más arriesgado y personal. Se  puede conseguir en la Casa del Libro, por Amazon o, mejor, pidiéndolo directamente a la editorial (https://www.mandalaediciones.com/varios/politica/mas-alla-de-la-indignacion.asp), que lo envía con rapidez.

viernes, 26 de julio de 2019

LA INVESTIDURA FALLIDA

    La fracasada investidura de Pedro Sánchez no solo copa los titulares; oigo despectivos comentarios, brevísimos, como de pasada, en bares, taxis y ascensores. Impresión de cosa zanjada, de asunto sobre el que ya no apetece añadir nada más. 
   Algunos desesperados escriben que todavía es posible que Sánchez e Iglesias se pongan de acuerdo. Me sorprende. Si algo ha quedado claro es que estos caballeros no están en condiciones de alumbrar un gobierno de coalición.  Mejor que mañana, ya todos en alta mar, ahora mismo: archívese ese sueño. Un gobierno de coalición con esos mimbres naufragaría a las primeras de cambio, y la vergüenza y el daño serían mucho mayores para la izquierda y para el entero sistema político.
   Es tentador echarle la culpa del fracaso al tándem Sánchez/Redondo, a la perfidia del IBEX o a una llamadita de la Casa Real. Pero no se me pida que caiga en esa trampa. En mi opinión, la culpa la tiene Pablo Iglesias. Ha pedido demasiado como tiene por costumbre y muy mal de la cabeza tendría que estar Sánchez para ceder a sus pretensiones. 
   En lugar de apoyar a Sánchez sin pringarse en su gobierno, en lugar de un razonable acuerdo de colaboración, Iglesias ha optado por tentar a la suerte, a ver si sonaba la flauta, y al menos conseguía una vicepresidencia para Irene Montero. No ha sonado, y ahora se dispone a hacer política a costa de Sánchez, presunto responsable del tremendo fracaso, se dispone a hacer política facilona, digo, de nivel no superior a la practicada por la derecha.  
   Lo preocupante no es que Pablo Iglesias de muestras de no conocer la naturaleza del PSOE, uno de los pilares del establishment. Lo grave es que ignore sus propios límites y los de Podemos. La idea de que podría hacer una política de izquierdas seria por el simple procedimiento de subirse a la chepa del PSOE es digna de lástima. La creencia de que Unidas Podemos podría acomodarse a una política de izquierdas de pega sin sufrir un colapso es ya de género tonto. 
    Nótese que la fuerza combinada PSOE y Unidas Podemos no se presta a ensoñaciones estimulantes. En el supuesto de que no se dañaran mutuamente, estos partidos no le llegarían ni a las rodillas a lo que fue el combinado de Syriza de la primera hora. ¡Y ya sabemos cómo acabó Syria!
     Darnos a entender que se ha desperdiciado la gran ocasión de parir un gobierno de izquierdas digno de tal nombre es un completo desatino. Lo que se ha desperdiciado es la oportunidad de un gobierno de sufrida contención de las pulsiones derechistas sistémicas. Media un abismo entre lo uno y lo otro. Y conste que lo de la sufrida contención, a lo máximo a que se puede aspirar en la actualidad, no es ninguna pequeñez. 
   Desde la óptica de los indefensos e incorrectamente representados (categoría en la que me incluyo) lo mejor que podría haber hecho Unidas Podemos es respaldar la investidura de Sánchez, colaborar en lo posible, asistirle en temas de Estado, no meterle palos en las ruedas, dejarle que cargue con sus responsabilidades (se vienen encima 15.000 millones de nuevos recortes), y tener vida propia, sin perjuicio de esa colaboración. 
    Y en lo de tener vida propia incluyo el necesario trabajo de introspección y puesta a punto de su ideario. Considero demostrado que es una locura arremeter contra el régimen del 78, agitar el fantasma constituyente, dejarse llevar por peroraciones sobre el derecho a decidir y la soberanía catalana, desairar al rey  y venir luego a exigir que se cumpla la Constitución y que se le haga un lugar a Unidas Podemos en el gobierno (por no mencionar el apoyo electoral modesto y menguante). De seguir como va, Unidas Podemos encajará a con exactitud milimétrica en el nicho de la antigua Izquierda Unida. Y de ello no se le podrá echar la culpa a Sánchez, ni al IBEX ni a las cloacas del Estado. Se lo habrá buscado y ganado a pulso.

miércoles, 19 de junio de 2019

TRAS LAS ELECCIONES AUTONÓMICAS, MUNICIPALES Y EUROPEAS

   Impacientes por saber a qué atenernos, ya estamos cansados de imaginar pactos. El resultado de las elecciones generales se ha complicado con este nuevo paso por las urnas, y a saber en qué acaba todo esto. Pero ya hay algunas cosas claras, al menos para mí.
    En primer lugar, creo que el sistema, tomado en su conjunto, se ha deslizado varios grados hacia la derecha. El PSOE ha renacido de sus cenizas, pero no ha conseguido alzarse con una victoria comparable a las de antaño. Además, no ha tenido que hacer gran cosa para sacar brillo a su lema “somos la izquierda”. Le ha bastado con hacer gala de moderación, de buen rollo, del famoso talante. La situación le favorecía: Unidas Podemos iba en caída libre y la derecha de toda la vida reaparecía a cara descubierta causando reacciones alérgicas masivas. 
    Sociológicamente hablando, el país se encuentra donde siempre, algo vencido hacia el centro izquierda, pero los aspirantes a representarlo, si exceptuamos al PSOE, no parecen haberlo tenido en cuenta. Ciudadanos ha preferido girar hacia la derecha, para competir con el PP y ponerse en situación de recabar apoyos de Vox. Todo un espectáculo. 
    Ciudadanos se ha presentado como una cosa y funciona como otra… sin dar ninguna explicación. El sueño de un partido de centro derecha digno de tal nombre, sin pesadas rémoras, se ha ido al diablo. El Partido Popular, por su parte, después de volcarse descaradamente hacia la derecha, ha vuelto a declararse de centro. Las alianzas pondrán a unos y otros en su sitio. 
    Yo entiendo que el sistema se ha desplazado hacia la derecha porque siendo Ciudadanos, el Partido Popular y Vox peones de brega del neoliberalismo, no tienen en el PSOE un aguerrido oponente, sino, salvo que se me demuestre lo contrario, un cómplice vergonzante. Ni qué decir tiene que Unidas Podemos habría podido ser ese oponente que falta, pero no lo será, por la sencilla razón de que se ha desangrado por el camino. De modo que la cabalgada nihilista de los señores neoliberales va a continuar con mejores o peores modales. 
    Los socialistas se han visto duramente acosados por la derecha, que no se ha privado de ninguna indecencia, pero no desde las alturas del poder, y esto por la sencilla razón de que no interesa engordar el demonio de los populismos nacionalistoides, lo que nos ha valido una tregua, un espacio para el teatro político. Ya vendrán las vueltas de tuerca, según el guión preestablecido. Los indefensos, seguimos indefensos. Ya estamos bajo la amenaza de nuevos recortes (15.000 millones), y habría que ser muy ingenuo para creer que el PSOE “en colaboración” con Unidas Podemos represente una protección digna de tal nombre.