Ojalá que sí. En los próximos tiempos, a no dudar, saldrán a la luz nuevos datos sobre las actividades oscuras de la era Bush-Cheney y se entrará en una fase decisiva.
Todo indica que hemos corrido el peligro de vernos atrapados en un sistema dual de alcance planetario, con gravísimo daño para todos (amigos y no amigos). Es mucho lo que nos jugamos, por lo tanto. Con cárceles negras, con una organización capaz de secuestrar ciudadanos con la complicidad de las autoridades, vuelos misteriosos, cámaras de tortura, mentiras e intromisiones en la intimidad de las personas, ¿adónde se supone que iríamos a parar?
¿Podrá Obama salir airoso de los tremendos desafíos que le saldrán al paso en este frente decisivo? Ojalá que sí, porque en este tipo de asuntos no suele haber segundas oportunidades.
Un sistema dual es aquel que tiene dos caras, una presentable, otra impresentable; una legal y otra ilegal, una limpia y otra sucia. Los sistema democráticos tienden, mal que nos pese, a cierta dualidad, pero más allá de un punto, no se sostienen.
El ejemplo mejor estudiado de sistema dual fue el Tercer Reich, con sus tribunales por un lado y sus campos de concentración por el otro. ¿Y cómo consiguió establecerse? Poco a poco, con bruscas novedades y períodos de aparente autocontención. Y por supuesto, con la complicidad de mucha gente, dispuesta a continuar como si tal cosa, como si aquello fuera de lo más normal y sólo los malos corrieran peligro.
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