El gran timador italiano, maestro en el arte de desplumar incautos, es mucho más representativo de nuestro tiempo que el muy avejentado y timorato John M. Keynes.
La economía entendida como artificio piramidal empieza a parecerme la forma más pura y avanzada del capitalismo. Don Carlo ha hecho escuela y, de haber vivido en la actualidad –en la era del dinero fiduciario, siempre dependiente de la confianza–, ¡de qué proezas no habría sido capaz!
A la escuela de don Carlo pertenecen, por ejemplo, Charles Keating, Michel Milken, el “rey de los bonos basura”, y Bernie Madoff , los tres capaces de desplumar a miles de personas bajo las mismas narices de las autoridades. Como don Carlo a sus víctimas, los tres personajes llegaron a inspirar una confianza asombrosa. Cuestión de carisma personal. Al final, se ha tenido que echar mano del dinero del contribuyente para impedir la quiebra del sistema, basado precisamente en la confianza. Ahora la pregunta es cuántas veces nos dejaremos involucrar en el mismo jueguecito, ya multipiramidal.
Ni siquiera es la primera vez que Estados Unidos se la juega al mundo con sus fajos de papel. Recordemos la inolvidable devaluación del dólar, en el abandono del patrón oro sin avisar a nadie, con nocturnidad y alevosía, perpetrado por el presidente Nixon… ¿A cuánta gente se le esfumaron sus ahorros de la noche a la mañana? El abandono del patrón oro vino después de varios acelerones a la máquina de imprimir billetes verdes, una manera de jugar, a lo grande, con las expectativas y con el dinero ajeno, según la típica fórmula de don Carlo.
No es ningún consuelo que ahora se opere en plan privado, con envío de envenenadas “sub prime” en todas direcciones. Tampoco es un consuelo que a Bernie Madoff lo acaben de condenar a 150 años de cárcel por estafa. Porque no es una cuestión de personas. Estamos ante un problema general, de ahí que no se hiciese nada serio tras el desastre de Enron, causante de la ruina de miles de personas. Es cierto que algunos responsables fueron procesados, pero con eso no se hace nada frente a un problema de tal magnitud. Tras Enron, la jugada continuó como si no hubiera pasado nada.
El espíritu de Carlo Ponzi no se deja encarcelar así como así y seríamos unos pardillos si sólo viésemos unas manzanas podridas. Como ha señalado Jean François Gayraud, especialista en el tema, hay que contar, entre los discípulos del italiano, a auténticos mafiosos... capaces de comprar políticos, de alterar las leyes y de trazarse planes piramidales de largo alcance cuyas víctimas seremos nosotros.
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