jueves, 3 de diciembre de 2009

AFGANISTÁN ME DUELE

Acabo de leer el discurso pronunciado por Obama en la Academia de West Point, sin encontrar, en el fondo, nada nuevo, ningún motivo esperanza. Por lo que se ve, ha optado por una especie de huida hacia adelante. Enviará al frente treinta mil soldados más y pide a los aliados que no dejen a Estados Unidos en la estacada. Es inevitable recordar que la Unión Soviética se desangró precisamente en Afganistán.

Según parece, el trabajo de “estabilización” debe estar concluido en dieciocho meses. No termino de comprender cómo se puede aspirar a ello en tan breve plazo, tras ocho años de infructuosos esfuerzos. Ahora, ya con poco dinero para modernizar aquello, con la maquinaria militar forzada al máximo, se busca el KO, al parecer a la desesperada, lo que promete una gran violencia.

Con tan corto espacio de tiempo para cumplir su misión, los soldados norteamericanos y sus aliados se verán en una disyuntiva atroz sobre el terreno. Seguir como hasta ahora, o lanzarse a por todas sin ningún miramiento. Por eso, si cabe, Afganistán me duele más que ayer. Los afganos inocentes, que se verán pillados entre varios fuegos a la vez, merecían algo mejor de nosotros.

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