Me entero de que las altas autoridades
europeas han rechazado prolongar las bajas por maternidad, a pesar de la luz
verde de los expertos. Oigo a Aznar decir algo así como “menos pensiones y más
trabajo”. Vuelvo a leer el
documento Transforma España y me quedo en un estado intermedio entre el llanto
y el cabreo. Oigo que el FMI aplaude los recortes de Zapatero, un hombre
sumamente astuto desde el punto de vista de los norteamericanos. Parece que ha gustado mucho su intención de privatizar algo de lo poco que queda.
Oigo
a Vargas Llosa arremeter contra la democracia de Bolivia y de Nicaragua, como si otras fueran perfectas. Constato que el proyecto europeo,
reducido a la mínima expresión por el imperio de los buhoneros, hace agua por
todas partes, mientras la señora Merckel se remite insípidamente a los valores
judeocristianos. Me entero de la detención de Julian Assange, cuyas buenas
intenciones empiezan a ser cuestionadas sistemáticamente, por un supuesto
delito de violación y otro de abusos. Hay quien, a cara descubierta y con un
lenguaje de épocas que creíamos pasadas, reclama la eliminación física de
Assange. Por mucho que me estruje el cerebro, no veo nada positivo en todo ello.
Hemos entrado ya en una fase oscura, no sólo en el plano económico.
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