Yo no considero que el veredicto de las urnas haya sido un fracaso desde
la óptica del 15 M, ni tampoco que los jóvenes hayan cometido tales o cuales
errores estratégicos, apreciación injusta que oigo por ahí. Los debates
continúan. Nótese que el PP ha salido
victorioso sin mostrar sus cartas y que el PSOE se ha ganado a pulso su fracaso
por jugárselo todo a cartas que ni siquiera eran las suyas. Es un poco absurdo
pedir máxima claridad y un acerado programa de actuación a quienes acaban de
poner manos a la obra.
Después
de oír los latiguillos de nuestra clase política, qué refrescantes, qué acertados los de la puerta del Sol, salidos del alma. Ahora, la cuestión que se les plantea a los movilizados del
15M es cómo continuar, cómo dar un sentido a la indignación, compartida por
mucha gente que votó en blanco, a partidos minoritarios o que directamente no
acudió a los colegios electorales.
Bien mirado, las alternativas son sólo
dos, con sus correspondientes espinas. O se participa en el sistema de partidos creando uno o se opta por ser la conciencia vigilante de la acción de gobierno, en disposición de no dejarle pasar ni una, obligando a todos a elevar el nivel moral de sus actuaciones y poniéndonos ante los problemas reales que no admiten camelos ni demoras.
Esta segunda opción es la que mejor cuadra con la espontaneidad original. Se le puede dar vida con manifestaciones, acampadas, sentadas, manifiestos, pliegos de firmas, boicots a determinadas empresas, caceroladas y flechas vía twitter o facebook. No es poca cosa erigirse en una atenta conciencia vigilante y dejar constancia de lo que se considera moralmente intolerable.
Se trata de una opción dinámica, versátil, fácil de poner en sinérgica relación con los focos de protesta del mundo entero, cuya interconexion se acabará imponiendo por necesidad. Y parece hecha a medida para permitir la participación puntual de miles de ciudadanos dispuestos a hacer algo concreto de vez en cuando, en ocasiones señaladas, personas que, por tal o cual motivo, no pueden movilizarse a todas horas. Gracias a las redes sociales la caja de resonancia de las iniciativas promete ser portentosa.
Saliendo a la calle pacíficamente y con grandes caceroladas,los argentinos fueron capaces de hacer caer, uno tras otro, a varios presidentes indignos de confianza. La resistencia activa no violenta de Gandhi es un arma poderosísima, la más temible para el poder establecido, que anda muy sobrado de medios para aplastar a los violentos pero que se queda inerme ante ciudadanos pacíficos asistidos por buenas razones. Nótese que el señor Rubalcaba se abstuvo de cumplir el encargo represivo de la junta electoral.
Esta segunda opción es la que mejor cuadra con la espontaneidad original. Se le puede dar vida con manifestaciones, acampadas, sentadas, manifiestos, pliegos de firmas, boicots a determinadas empresas, caceroladas y flechas vía twitter o facebook. No es poca cosa erigirse en una atenta conciencia vigilante y dejar constancia de lo que se considera moralmente intolerable.
Se trata de una opción dinámica, versátil, fácil de poner en sinérgica relación con los focos de protesta del mundo entero, cuya interconexion se acabará imponiendo por necesidad. Y parece hecha a medida para permitir la participación puntual de miles de ciudadanos dispuestos a hacer algo concreto de vez en cuando, en ocasiones señaladas, personas que, por tal o cual motivo, no pueden movilizarse a todas horas. Gracias a las redes sociales la caja de resonancia de las iniciativas promete ser portentosa.
Saliendo a la calle pacíficamente y con grandes caceroladas,los argentinos fueron capaces de hacer caer, uno tras otro, a varios presidentes indignos de confianza. La resistencia activa no violenta de Gandhi es un arma poderosísima, la más temible para el poder establecido, que anda muy sobrado de medios para aplastar a los violentos pero que se queda inerme ante ciudadanos pacíficos asistidos por buenas razones. Nótese que el señor Rubalcaba se abstuvo de cumplir el encargo represivo de la junta electoral.
La otra posibilidad es crear un partido de nueva planta. Para
ello, claro es, habría que aceptar las reglas del juego. No parece la apuesta más probable: hay mucha gente harta de la "partitocracia"... Sin embargo, si se trata de sanear nuestra democracia, es una opción a considerar. Como lo sería, en su caso, la de apoyar al partido que más se aproxime a los ideales del 15m. En cambio, sería desatinado descalificar de pies a cabeza el sistema de partidos, mejorable pero en absoluto desdeñable (como sabe cualquiera que haya vivido bajo una dictadura de un partido único).
Considero importante que no se haga ningún caso al latiguillo posmoderno que pretende convencernos de que la dialéctica izquierda/derecha ha
sido superada. Es un cuento de la izquierda vendida y de la derecha que la ha
comprado a precio de saldo. Una cosa es que la izquierda oficial se haya
derechizado y otra distinta creer que la causa de la izquierda ha desaparecido.
¿Acaso ha desaparecido la injusticia social? ¿Vivimos en una sociedad sin
clases? Pues no, y por eso la indignación. La causa de la izquierda está vivísima, aguardando a sus mejores intérpretes.
Y algo más: O se apuesta por una socialdemocracia auténtica, en teoría capaz de dar respuesta a las demandas de justicia social dentro del sistema, o se apuesta por modelos frontalmente enfrentados con el capitalismo. Si se opta por lo segundo, habrá que rescatar del olvido a Marx y a Kropotkin, incompatibles entre sí pero expertos en estas materias. Este declarado propósito de ir a por todas echaría para atrás a muchos simpatizantes del 15m (lo que no quiere decir que "ser antisistema" sea poco respetable en los tiempos que corren).
Y algo más: O se apuesta por una socialdemocracia auténtica, en teoría capaz de dar respuesta a las demandas de justicia social dentro del sistema, o se apuesta por modelos frontalmente enfrentados con el capitalismo. Si se opta por lo segundo, habrá que rescatar del olvido a Marx y a Kropotkin, incompatibles entre sí pero expertos en estas materias. Este declarado propósito de ir a por todas echaría para atrás a muchos simpatizantes del 15m (lo que no quiere decir que "ser antisistema" sea poco respetable en los tiempos que corren).
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