Mis amigos bienpensantes creen que, ahora sí, que
Europa sentará las bases de su recuperación gracias al cónclave del viernes,
que interpretan esperanzadamente en sentido positivo.
El antidemocrático nombramiento de los señores
Monti y Papademos les causa placer,
y no se ponen de color gris al considerar la participación del Fondo Monetario
Internacional en los asuntos europeos más delicados.
Mis amigos bienpensantes tienen una gran confianza en
la dinámica señora Lagarde.
Celebran incluso el encuentro de Mariano Rajoy con el sheriff Geithner,
del que esperan misteriosos resultados. Aunque no le conozcan, tienen en alta
estima al señor Mario Draghi,
presidente del BCE. Además, confían en que del genio combinado de Sarkozy y de
la señora Merckel salga algo positivo, y ya ven a España saliendo del rincón
para ocupar un puesto de primera fila. Y se enfadan conmigo, por considerarme un pájaro de mal agüero.
Si dejamos aparte las banderías políticas, creo
que nos dividimos en dos grandes clases, la de los bienpensantes y la de los
malpensados, en la cual me incluyo. Me gustaría muchísimo poder confiar, pero
no puedo. Ya sé que da miedo contemplar el panorama europeo y mundial con los
ojos abiertos, pero la cosa está demasiado clara como para hacerse el sueco.
Yo veo a Europa sometida al poder más cutre de todos
los tiempos, y no me fío un pelo de las intenciones de ciertos personajes a
quienes no hemos tenido el privilegio de elegir y a quienes nuestros
representantes electos han sido incapaces de parar los pies.
Que Obama pusiese el Tesoro en manos de Timothy
Geithner fue una indicación
precisa acerca del signo de los tiempos. No estamos ante un problema
exclusivamente europeo, claro que
no. Estamos ante un asunto de poder, ante un descarado asunto de poder, de
poder cutre como acabo de decir, desprovisto de cualquier consideración que vaya más allá de la pela,
del gran negocio.
Acusado de eludir al fisco –ocultándole unos dineros
recibidos del FMI–, perfectamente al día de las trapisondas de Wall Street, que
incluyen tomarle al pelo al
Congreso, maquillar las cifras y arramblar con el dinero del contribuyente a
las claras y por la puerta de atrás, el sheriff Geithner no está en condiciones de dar lecciones a nadie. Si queremos
saber lo que nos espera, sus víctimas brasileñas, mexicanas, indonesias, coreanas
y tailandesas ya han pasado por la experiencia. Sépase al menos que por su
formación es tributario de Kissinger y de Nitze, dos halcones más interesados
en el dominio del mundo que en el bienestar de sus habitantes. El señor Draghi,
de fulgurante carrera en tiempos de Berlusconi, es un personaje de Goldman
Sachs. La dinámica señora Lagarde, buena amiga de Condolezza Rice, sirve a
intereses atlantistas que nada tienen que ver con la finalidad original del FMI.
Y no sigo porque no tiene sentido.
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