lunes, 2 de julio de 2012

LA ESPAÑA DE VICENTE DEL BOSQUE

    Hace años Vicente del Bosque se tomaba su cafelito en la cafetería La Fuentona, donde ahora hay una silla con una plaquita en su honor. Yo le veía con cierta frecuencia, como parte amable del paisaje de este barrio. Recuerdo a un hombre grandón, nada pagado de sí mismo, con buenas vibraciones.
   ¿Y por qué fue apeado de su puesto de entrenador del Real Madrid? ¿Acaso no ganaba este equipo? Ah,  fue por una cuestión de “imagen”…  Por lo visto, hacía falta un tipo más resultón, un tipo arrogante, en la onda, fashion, etc. Y Del Bosque se tuvo que ir por la puerta de atrás con todos sus triunfos, por otra parte indiscutibles.
   Entonces nadie pensó que fuera a regresar por la puerta grande, de la forma más impresionante que quepa imaginar, sin haber cedido ni un milímetro, sin haber alterado su forma de ser, de entender la vida y el fútbol, sin cambiar de peluquero, sin perder su sonrisa algo escondida.
    ¿Y bien? Pienso que Del Bosque y sus jugadores, entre los que no he visto ningún Cristiano Ronaldo ni tales o cuales signos de vedettismo, han dado una lección de buen hacer futbolístico y humano sobre la que conviene reflexionar.  La cosa va más allá del fútbol. Porque si tenemos la España representada por Del Bosque y sus jugadores, también tenemos la de los Boyer, Solchaga, Rato, Solbes y De Guindos, la de los vendedores de humo, la de  las burbujas, la de los que van de listos y de engreídos. Que Del Bosque y los suyos nos representan mejor es cosa segura, y además ganan, a diferencia de éstos y sus equipos, unos completos inútiles.

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