Ahora
resulta que las arcas del Estado están
vacías y que lo único que se puede hacer es implorar ayuda al BCE... ¡A qué gentes inteligentísimas hemos
fiado nuestro destino! ¡Qué habilidosos tecnócratas, qué gurús! ¡Qué
sapientísimos economistas!
Así es
como termina una época, la época iniciada con la Transición. No sabemos lo que nos espera, porque
este final es ignominioso y caótico, y porque el contexto internacional, a
diferencia de lo ocurrido en los años setenta, no nos va a dar facilidades. Se
ha impuesto la ley de la jungla y la presente crisis es una máquina de destruir
sistemas políticos y de revivir viejos fantasmas. Lo único seguro es que nuestros dos partidos
hegemónicos se han cavado ellos solitos su propia fosa.
El
PP le echa toda la culpa al PSOE, a la herencia recibida, sin percatarse de que
cada vez hay menos gente despistada en disposición de contentarse con tan burdo
mensaje. No nos engañemos: lo ocurrido
representa un golpe durísimo contra la credulidad de los votantes de ambos
partidos, y por ello contra el modelo bipartidista imperfecto en que hemos
vivido hasta la fecha. Lo de “ni PSOE ni PP” que se ha oído en nuestras calles
lo dice todo. La indecente e imbécil reforma
constitucional que ambos pactaron a nuestras espaldas para darle el gusto a los
mercados los ha dejado retratados para la historia. Aparte de que hay una perfecta continuidad entre la "cultura del pelotazo" y las indecencias de la Comunidad Valenciana y de Bankia. Como todo el mundo sabe.
¿Qué hizo Rajoy durante los ocho años de gobierno de Zapatero? Continuar la
campaña electoral, sacando todos los
temas de quicio. Los cuatro años consagrados a proyectar sobre Zapatero una
morbosa sospecha en relación a la autoría del salvaje atentado de Madrid (para
encubrir de paso las consecuencias más obvias de la foto de las Azores), se vieron seguidos por otros cuatro
dedicados a echarle la culpa de la crisis económica, con la consiguiente obnubilación
de las conciencias. No sé de nadie que, oídos los dicterios del PP, haya
refinado su puntos de vista; en cambio, conozco a muchas personas que por
tomárselos en serio durante tanto tiempo presentan claros síntomas de
intoxicación y serios problemas cognitivos, empezando por la confusión entre la
situación de 1996 y la del 2007 y siguiendo por la genialidad de Rato, hoy
puesta en su sitio por el escándalo Bankia.
El PP se desentendió de sus obligaciones
como primer partido de la oposición. Sólo puso interés ganar las próximas elecciones, al precio
que fuese. El sistema político, la democracia, la herencia de la Transición,
todo esto fue sacrificado a mayor gloria de un manualillo de mercadotecnia
política. Y hasta fingió ser de centro y nos ofreció un programa electoral para
ganar esas elecciones, a sabiendas de que era de imposible cumplimiento. Y las
ganó, claro, para quedar en evidencia a continuación, cuando todos los
problemas de verdad le pillaron de nuevas, sin otra hoja de ruta que el
manualillo neoliberal, como si todavía viviéramos en los tiempos de la
Thatcher. Por lo tanto, el PP no tiene autoridad moral alguna para echarle la
culpa de todo al PSOE. Nos hizo perder el tiempo, confundió todos los
problemas, dio lugar a una campaña de confrontación cuyos malignos efectos nos
alcanzan ahora de pleno, en el peor momento.
Y eso no
es todo, porque es obligatorio recordar que durante años el PP participó con entusiasmo y dedicación en el
sucio y antidemocrático tejemaneje
neoliberal que puso a Europa en manos de los tiburones. El mecanismo que ahora
nos hunde en la miseria fue, en efecto, un asunto del Partido Popular Europeo y
no algo caído del cielo o salido
de los infiernos. Durao Barroso y Angela Merckel son los estupendos
correligionarios de Mariano Rajoy. La Europa de los tiburones no se formó en un día, es cosa muy bien
pensada. ¿O por qué creemos que se llega a esta situación en ausencia de una
carta social europea digna de tal nombre?
En realidad aquí lo
único que no está claro es la proporción de falta de luces y de desprecio por
el bien común que llevó a hacer
oídos sordos a las voces de alarma y a optar por la huida hacia adelante. Lo cierto es que nuestro
“bipartidismo imperfecto” ha naufragado. Y esto quiere decir que del buen hacer del resto de los partidos depende la salvación de nuestra
democracia, un salvamento que tendrán que hacer en condiciones francamente
difíciles, con una ley electoral que todavía sigue allí…
En la nueva fase histórica
en que nos vemos metidos por culpa del tándem PSOE-PP habrá poco lugar para los
equívocos y los sofismas habituales. O
con la Bestia neoliberal o contra ella. El PSOE verá lo que hace con su
complicidad con dicha Bestia, y el PP tendrá ocasión de comprobar una verdad:
no por adorarla dejará de ser devorado por ella.
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