Corre el tiempo y nada cierto se puede decir sobre los
pactos que se trae entre manos Pedro Sánchez, ya emplazado a jugarse la
investidura el 3 de marzo. Las así llamadas “negociaciones” parecen encaminadas
a ninguna parte, esto es, a nuevas elecciones, y empiezan a irritar.
Todo
porque el 20-D no ganó nadie, aunque todos cantasen victoria. Nadie se libró de
sufrir pérdidas cuantiosas. Podemos no logró “conquistar el cielo”, Ciudadanos
se quedó por debajo de sus expectativas, el PSOE sufrió un tremendo bajón, poco
faltó para que Unidad Popular-Izquierda Unida desapareciese, el PP perdió su
mayoría absoluta y quedó a merced de aquellos con quienes no sabe o no puede
comunicarse.
Tomados los resultados del 20-D en conjunto, se puede concluir que el
electorado sigue más o menos donde estaba, ligeramente inclinado hacia el
centro izquierda, como en tiempos de Adolfo Suárez. La suma de las fuerzas de
signo progresista ha aventajado a las de signo conservador, pero por muy poco.
Lo que quiere decir que hay mucha gente en este país que, por inercia, por miedo a lo desconocido, por sufrir
el síndrome de Estocolmo, por autoengaño o lo que sea, ha encajado los recortes
y los chantajes sin sublevarse contra los principales responsables de lo
sucedido.
Con ser numerosas las fuerzas que
demandan un gobierno de progreso, no son suficientes. No me parece un dato
menor que Podemos lograse encaramarse al tercer puesto jugando como partido
atrápalo-todo, jugando a la centralidad, a no ser ni de izquierdas ni de
derechas. Y es muy significativo que Unidad Popular-Izquierda Unida, un partido
que se ha distinguido por su claridad, quedase cruelmente descolgado, al filo
del desastre.
Todo eso indica que el electorado todavía no está en disposición de
respaldar una opción clara de ruptura con las políticas que nos han empujado al
presente desfiladero. Por algo será. La derecha conservadora ha recibido un aviso, pero
también la izquierda, obligada a reconocer que, tomadas en su conjunto, las
buenas gentes no quieren que sus representantes políticos echen a correr en
plan vanguardia desatinada. Y como la posibilidad de hacer frente a los
chantajistas de aquí y de allá depende de que las fuerzas progresistas cuenten con
un amplio y generalizado respaldo social, harán bien en no ir por libre ni con
prisa.
En definitiva, creo que más nos vale contar con una oposición fuerte a las políticas austericidas que entrar a formar parte de un gobierno confuso y de corta duración. Los recortes, los desahucios y demás prácticas neoliberales se pueden combatir a pie firme desde la oposición, sin el peligro de quedar pringado en las soluciones a medias o cosméticas que a no dudar se plantearán. De un recto, sensato y creativo ejercicio de oposición solo cabe esperar un aumento del atractivo y del poder de convicción de la verdadera izquierda, sobre todo porque se ven venir nuevos y más terribles motivos de indignación por parte de quienes nos quieren imponer, paso a pasito, un modelo de sociedad hobbesiano, malthusiano y demencial. Quizá sea el momento de celebrar que ciertos pactos sean imposibles…
En definitiva, creo que más nos vale contar con una oposición fuerte a las políticas austericidas que entrar a formar parte de un gobierno confuso y de corta duración. Los recortes, los desahucios y demás prácticas neoliberales se pueden combatir a pie firme desde la oposición, sin el peligro de quedar pringado en las soluciones a medias o cosméticas que a no dudar se plantearán. De un recto, sensato y creativo ejercicio de oposición solo cabe esperar un aumento del atractivo y del poder de convicción de la verdadera izquierda, sobre todo porque se ven venir nuevos y más terribles motivos de indignación por parte de quienes nos quieren imponer, paso a pasito, un modelo de sociedad hobbesiano, malthusiano y demencial. Quizá sea el momento de celebrar que ciertos pactos sean imposibles…
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